En cuestión de minutos, James B.N. pasó de repudiado a aceptado. El británico, de 59 años, desembarcó ayer por la mañana en Son Sant Joan de un vuelo procedente de Manchester. Los viajeros que estaban a su lado se alejaron de él ya que no presagiaba nada bueno: su aspecto era de total indigencia, llevaba los pantalones orinados por completo desde hacía tiempo, desprendía un desagradable olor y había suciedad en cada rincón de su cuerpo.
Sin embargo, una vez en la terminal, empezó a repartir dinero en efectivo entre los viajeros, sin parar de reír. Muchos de los allí presentes no se podían creer la escena que estaban presenciando, mientras el dinero caía en sus manos.
La situación motivó la intervención del Cuerpo Nacional de Policía (CNP). Los agentes comprobaron que James iba bebido, no era consciente de lo que hacía, y que portaba 50.000 euros, en cheques de viaje, y 2.000 euros en billetes. Los agentes lo acompañaron hasta sus dependencias en Son Sant Joan y, tras una serie de gestiones con el consulado británico, se comprobó la legalidad de la procedencia del dinero, fruto de una herencia que había recibido el desaliñado pasajero.
El ciudadano no tenía domicilio conocido en España y se consiguió, a través de los servicios correspondientes del aeropuerto, su regreso al Reino Unido. Por su parte, el CNP realizó el pertinente informe de la intervención, a la que bautizó como «el misterioso caso del indigente rico».
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