Imagen del juicio por maltrato a los padres de un niño que quedó en coma. | Alejandro Sepúlveda

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Cuando ingresó en coma en la UCI de pediatría, Miguel Àngel había recibido al menos siete golpes. Los forenses que examinaron al menor cuestionaron ayer en la segunda jornada del juicio la versión dada por la acusada, que afirmó que sólo dio un empujón a su hijo y que éste se golpeó contra el marco de la puerta y luego se desvaneció.


De los cuatro médicos que comparecieron ayer en la Audiencia, tres fueron tajantes. Las lesiones del menor corresponden a varios golpes. Sólo uno, un pediatra planteó la posibilidad de que sólo fuera un impacto. Una de las claves está en la presencia de un posible hematoma 'de contragolpe'. Se trata de una lesión que se produce cuando, tras un golpe, el cerebro se desplaza y choca contra el cráneo al lado contrario en el que se produjo el golpe. De acuerdo con los forenses, y la pediatra de urgencias que atendió al niño, los tres hematomas que tenía el cerebro del menor se produjeron por al menos dos golpes. El menor tenía moratones en glúteos, piernas, codos, caderas, cara, cráno y tobillos. Según los forenses, éstos provienen de al menos siete impactos distintos. Salvo una de las marcas, el resto se produjeron al mismo tiempo que el golpe que dejó al menor en coma o, como mucho el mismo día del sucesos.


El inspector de policía que se encargó de la investigación recordó que durante su confesión policial, la principal acusada, Nieves Rapp, estuvo tranquila. «Primero intentó ocultar lo ocurrido. Cuando decidió contar lo ocurrido lo hizo con tranquilidad, como si se quitara un peso de encima». En el juicio, la acusada se desdijo de su confesión policial.