Félix Tarsey, de 34 años, recibió un tiro en su gemelo izquierdo tras apuñalar a un policía. | Alejandro Sepúlveda

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«No soy culpable, lo dejo todo en manos de Dios», estas fueron las últimas palabras que profirió en su turno de palabra Félix Tarsey, el nigeriano acusado de apuñalar a un subinspector de la Policía Nacional en la plaza España, de Palma.

El fiscal del caso considera que se trata de un delito de homicidio en grado de tentativa y consecuentemente solicita imponer al procesado una medida de internamiento en establecimiento psiquiátrico para tratamiento médico de la enfermedad que padece por un tiempo de siete años, seis meses y un día.

Los hechos se produjeron, a las 13 horas, del pasado 27 de agosto de 2012 en la Plaça d'Espanya, de Palma. El acusado, un nigeriano de 34 años de edad, sin mediar palabra alguna ni provocación previa, arremetió contra un subinspector del Cuerpo Nacional de Policía, el cual se hallaba vestido con su uniforme reglamentario, clavándole un cuchillo de unos 25 centímetros de hoja que portaba consigo.

El apuñalamiento se produjo en la zona del tórax, más concretamente en la zona de la clavícula derecha del agente, no llegándole a causar lesión alguna debido a que éste portaba un chaleco antibalas que impidió el contacto de la hoja del cuchillo con el cuerpo del agente.

Con la ayuda de su compañero los agentes actuantes consiguieron acotar la zona donde se encontraba el agresor, el cual continuaba lanzando cuchilladas en todas direcciones. Toda vez que el atacante no interrumpía su actitud violenta y debido a que nuevamente se abalanzó sobre uno de los componentes de la dotación, fue por lo que el otro funcionario sacó su arma reglamentaria conminando al agresor a que depusiera su actitud y al ver que éste no cesaba, realizó un disparo que impactó en la pierna del individuo, concretamente en el gemelo izquierdo.

Varios testigos, el día en que se produjo el incidente afirmaron que la víctima, mientras estaba tendido en el suelo, gritaba: «Mamá, mamá, quiero irme a África».

El procesado, según el escrito presentado por el fiscal, dice que al tiempo de los hechos sufría un trastorno esquizofrénico paranoide que motivaba que tuviera sus capacidades cognitivas y volitivas totalmente alteradas.