Ese centro, con sede en el municipio de Pontoise, a las afueras de París, se dedica desde 1987 a realizar los exámenes científicos necesarios en las investigaciones judiciales y a apoyar con personal especializado el desarrollo de las pesquisas.
Es allí donde se dirigen, en transporte especializado, terrestre o aéreo, los restos humanos tomados en el lugar del siniestro del pasado 24 de marzo, fecha en que un avión de la filial de bajo costo de Lufthansa chocó contra el macizo de los «Trois Évêches» con 150 personas a bordo.
El estado en que se encuentran los restos debido a la violencia del impacto, según explica el coronel François Daoust, impide una identificación «inmediata y fácil» y obliga a cotejarlos con la información facilitada por las familias de las víctimas.
Datos médicos y dentales de los fallecidos, relativos por ejemplo a operaciones o cicatrices, se unen en ese archivo «ante mortem» a la descripción de particularidades como 'piercings' o tatuajes y a las muestras de ADN de padres o hijos, sus familiares de consanguinidad directa.
Setenta y nueve personas trabajan sobre el terreno y en la sede del IRCGN en esa delicada recogida de restos y en su posterior análisis, que según informó esta semana ese centro, podría demorarse entre dos y cuatro meses y no garantiza la identificación completa de todas las víctimas.
Como referencia más inmediata, está el accidente de un avión de Air Algerie en julio del año pasado en Mali, cuya investigación, también a cargo de etse instituto, determinó la identidad de 115 de las 116 personas que iban a bordo.
A París en esta ocasión llega solo una muestra milimétrica del resto recogido, mientras que sobre el terreno, en sacos mortuorios provisionales, permanece en una morgue a menos 20 grados de temperatura el vestigio completo, para garantizar su adecuada conservación.
Cubiertos con traje, mascarilla y gorro, en un ambiente aséptico, los equipos del IRCGN proceden a un primer «lavado» de los restos, antes de extraer el ADN de la célula, separarlo del resto de componentes moleculares, «amplificarlo» para facilitar su identificación, y revelarlo para establecer el perfil genético.
La analítica de cada muestra ocupa ocho horas y el IRCGN dispone de capacidad para examinar, en su proceso final, 86 muestras a la vez.
Demora el proceso la comparación, que requiere no solo de los restos del pasajero, sino de la información completa que facilite la familia de las víctimas, en su mayoría alemanas y españolas.
Una decena de expertos integra la comisión de identificación que entregará los resultados al fiscal del caso, Brice Robin, quien decide el cierre de la investigación y se encarga igualmente de comunicarle las conclusiones a los allegados.
A ella se suman en calidad de observadores dos especialistas alemanes, dos españoles y dos de la organización policial internacional Interpol, que oficializarán los informes en cuanto estos estén disponibles.
Las más de 400 muestras enviadas hasta la fecha a París han permitido aislar el ADN de 78 personas, pero todavía no ha comenzado la identificación de cada víctima en sí, ante la falta de toda la documentación necesaria por parte de los familiares, cuya recogida, según advierte Daoust, es «muy larga y difícil».
«Es mejor trabajar al ritmo de la ciencia que apurarse y correr el riesgo de equivocarse», subraya el coronel, quien, consciente de la importancia de entregar los restos a cada familia para que esta pueda iniciar el duelo, advierte de que no se dará ninguna información hasta que no hayan acabado todos los análisis.
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