Marc Aguiló y Víctor Puigcercós, mallorquines que trabajan en Chile, vivieron el seísmo desde un decimotercer piso en la capital.

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Exactamente a la 01.30 de la madrugada de este jueves, hora española, Víctor Puigcercós actualizaba su estado de Facebook. «Primera vez que siento un terremoto en mi vida. Increíble cómo se movía la casa y los árboles, se escuchaban caer objetos. Complicado de describir», plasmaba este mallorquín residente en Chile desde hace siete meses.

Un seísmo de magnitud 8,3 en la escala Richter y un tsunami sacudieron el centro de Chile y dejaron al menos 10 muertos y un millón de desplazados.

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En Santiago, la capital, eran las 19.54 del miércoles cuando el movimiento telúrico azotó el país. Puigcercós estaba en el domicilio de una amiga, un bajo. «La casa temblaba, parecía que se caía. Empezaron a desplomarse cuadros al suelo, los perros, nerviosos, ladraban, la luz se fue, me levanté de la cama para ver el jardín y entonces comprobé la dimensión del terremoto», relata aún atónito. «Me acordé de la película de Jurassic Park, cuando el tiranosaurio rex pisa la superficie y temblaban los árboles, pues igual».

Hubo dos réplicas, la segunda le despertó cuando dormía, en un decimotercer piso. «Era como si el edificio fuera flexible, la sensación impresiona». Marc Aguiló, mallorquín gerente de la empresa de energía solar Euro Renovables, comparte vivienda y trabajo con su compañero. «Al vivir en altura aumenta el movimiento, pero es menos violento según he podido hablar con gente que tiene vivienda en planta baja. Las paredes crujen y las puertas se abren y cierran solas, el suelo, las cortinas y lámparas se mueven y algunos objetos se caen», describe Aguiló. «Chile está preparado para estas situaciones, sobre todo Santiago. Aún así, cuando sales de la capital hacia las regiones costeras, las casas son más humildes y las damnificadas, como siempre», añade.