Ana Julia Quezada (de rojo), la autora confesa de la muerte de Gabriel Cruz, el hijo de su pareja, ha vuelto a ser trasladada a la localidad de Rodalquilar, en Níjar (Almería), para una reconstrucción de los hechos dirigida por los agentes que coordinan la investigación de la Guardia Civil. | Ricardo García

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Los investigadores pensaron y barajaron como hipótesis hasta el último momento que el niño Gabriel Cruz estaba vivo, incluso hasta los instantes previos a la detención de Ana Julia Quezada, que transportaba el cuerpo del niño de la finca en la que lo había enterrado y lo trasladaba en su vehículo hasta Vícar (Almería).

El teniente coronel Jefe Accidental de la Comandancia de la Guardia Civil de Almería, José Hernández Mosquera, y el comandante de la Unidad Central Operativa (UCO) Jesús Reina, sostiene que «eso ha condicionado mucho el manejar los tiempos y las acciones, es difícil actuar cuando vas buscando la seguridad de una persona, entraña muchas dificultades. El final no es el que esperábamos, todos esperábamos haber encontrado a Gabriel con vida», ha dicho Hernández Mosquera.

Reina ha explicado que «más allá de la esperanza, hubo una serie de indicios» y ha afirmado que mientras hubiese una posibilidad, «por pequeña que fuese, había que pelear por ella». «Nuestra obsesión era encontrar a Gabriel con vida», ha incidido.

Por ello, la búsqueda de Gabriel se centró en habitáculos en los que pudiese encontrarse y evitar una «mala actuación que pudiese tener una consecuencia fatídica» ante la que se había convertido en la principal sospechosa, Ana Julia, pareja del padre del niño.

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En este sentido, han apuntado que entre dichos indicios se encontraba la «actitud extraña» de la mujer cuando la familia se planteó elevar la recompensa que ofrecían por Gabriel, lo que les hizo pensar en un posible móvil económico.

Reina ha añadido que a esto se sumaron las comentarios «casi públicos» que realizaba la detenida sobre su convencimiento de que el niño iba a aparecer. «Incluso el día de la concentración dijo que no lo haría porque había mucha presión, que lo haría mañana. Eso nos animaba a decir, vamos, que está con vida», ha dicho.
De esta forma, nada hizo pensar a los agentes que ya se encontraba fallecido mientras recababan otra serie de informaciones que permitieron llegar a una «conclusión clara» desde el punto de vista policial, que tenía «cierta ambición económica».

Por esto mismo no se trabajó sobre la finca de Rodalquilar en la que se encontraba enterrado Gabriel con equipos dispuestos a la búsqueda de restos mortales; se descartó porque no lo habían encontrado vivo allí.
«La mañana del domingo, tenemos la primera constatación de que pudiera ser que no estuviera con vida y ahí se desarrolla todo el dispositivo y se ordena la detención, que se tuvo que hacer con mucho cuidado para no poner en peligro la vida de una tercera persona y si había un hilo de esperanza de que Gabriel estaba vivo para no hacerlo peligrar», ha dicho.

Fue al abrir el maletero del coche de Ana Julia que se comprobó finalmente que el niño estaba muerto. «Lo puedo definir como el momento más duro de nuestra carrera profesional. Lloramos, claro que sí, y el que no lo hizo allí, lo hizo luego», ha concluido.