El condenado, durante la primera sesión del juicio celebrado a mediados de octubre. | Alejandro Sepúlveda

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Nadie sabe dónde está Eduardo M., el joven de origen ecuatoriano condenado la pasada semana a doce años de prisión por violar en Palma de manera continuada a su hijastra entre 2014 y 2016. Este lunes estaba citado a una vista en la Audiencia Provincial para saber si ingresaba en la cárcel, después de conocer la sentencia este viernes, y no se presentó.

El señalamiento estaba previsto a las 11.30 horas en la Sección Primera de la Audiencia Provincial. Pasados unos minutos, su abogado, viendo que no acudía al encuentro, intentó ponerse en contacto con él. Y no fue posible. Su móvil estaba apagado. Su Whatsapp evidenciaba que su última conexión fue el domingo a las 17.17 horas. Su expareja, madre de la niña que sufrió los abusos, y con la que mantenía una buena relación, habló con él por última vez el sábado.

El viernes se supo que Eduardo M. había sido condenado a doce años de cárcel por abusar sexualmente de la hija de su pareja de manera repetida durante dos años. Por aquel entonces, la menor tenía ocho años. La Fiscalía solicitaba por estos hechos una condena de doce años, que fue la que finalmente le impuso el Tribunal como autor responsable de un delito continuado de abusos sexuales con acceso carnal.

El acusado explicó durante el juicio, que se celebró a mediados de este mes, que siempre se llevó mal con la menor y que toda la familia la tenía por una niña muy mentirosa, negando en todo momento haberse aprovechado de su rol de figura paterna para satisfacer sus deseos sexuales. La sentencia detalla cómo Eduardo la sometió a tocamientos íntimos cuando ambos se hallaban a solas en casa. En aquel momento, la víctima tenía entre ocho y nueve años. Esos tocamientos se convirtieron poco después en relaciones completas forzadas, que se sucedieron de forma reiterada desde principios de 2014 hasta mediados de 2016.

El joven condenado por todos estos hechos está oficialmente en paradero desconocido.