El portero del bar de copas, en el juicio celebrado en la Audiencia de Palma. | Alejandro Sepúlveda

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El portero de un bar de Palma ha sido condenado a cinco años de cárcel por dar una brutal paliza a un cliente en la Nochebuena de 2016. «Me cayó la del pulpo», recordó la víctima en el juicio. El acusado, junto a los dueños del pub The 2 y la empresa aseguradora, deberán indemnizar al perjudicado con 133.000 euros por las graves lesiones.

El agresor le dio puñetazos y patadas y le partió el diafragma. El herido era el propietario del bar Ciutat, frente a los juzgados de Vía Alemania, y se vio obligado a traspasarlo a raíz de los hechos. Las pérdidas derivadas del cierre del negocio ascienden a 40.453 euros.

Un tribunal de la Sección Primera de la Audiencia Provincial considera probado que la noche de los hechos la víctima se encontraba causando molestias en el establecimiento. El acusado pidió al cliente que abandonara el local. Una vez en el exterior, hubo un altercado entre ambos después de que el hombre, que había bebido alcohol, no se marchara del lugar.

Los dos forcejearon y el portero tiró al suelo a la víctima. Instantes después se produjo una nueva discusión que continuó en la calle Antonio Frontera, alejada de la entrada del bar. El acusado propinó dos fuertes puñetazos en la cara al cliente, que cayó al suelo, sin posibilidad de defenderse.

El agresor siguió golpeando al hombre hasta que acudió una camarera del bar y uno de los propietarios que le pidió que parara. El portero no dejó de darle patadas. La víctima yacía en el suelo, entre dos coches, sin poder moverse. Tenía la cara ensangrentada, dificultades para respirar y se quejaba de dolor. El portero abandonó el lugar y regresó al bar, donde pidió a los dueños que no dijeran que había estado allí trabajando.

El herido, de 47 años, fue intervenido quirúrgicamente de manera urgente por la gravedad de las lesiones. Podría haber perdido la vida si no hubiera sido atendido enseguida.

La Sala descarta que el portero tuviera intención de matar al cliente, pero reconoce que le propinó de forma «indiscriminada, ciega y reiterada» una serie de patadas a una persona que se encontraba tirada en el suelo y sin posibilidades de defensa.