Cultivaba su cuerpo en el gimnasio, utilizaba las redes sociales continuamente y llevaba un tren de vida por todo lo alto, aunque no se le conocía oficio alguno. Así era JorgeIgnacio P.J, el principal sospechoso de la desaparición de Marta Calvo a finales de 2019, así como de la muerte de otras mujeres más.
En ese momento vivía en la pequeña localidad de Manuel (Valencia), de tan solo 2.500 habitantes, pero este colombiano de 35 años era un trotamundos y su currículum no estaba precisamente limpio: había vivido antes en Italia, de donde salió con antecedentes penales en 2008 por transportar nueve kilogramos de cocaína.
También estuvo un tiempo en Pamplona, donde también fue arrestado con 300 gramos de esa misma sustancia; e incluso pasó una larga temporada en Mallorca, donde aún hoy reside su madre y otros familiares, cuyos nombres utilizaba para firmar los contratos de alquiler que tenía en Valencia, en la citada localidad de Manuel y en L'Olleria.
La gente que conocía a Jorge Ignacio siempre ha recalcado que el joven, que siempre intentaba vender en redes sociales y ante sus conocidos una imagen liberal y glamurosa, tenía una fuerte conexión con su madre. Es más, un amigo del detenido testificó en la Guardia Civil en relación con lo ocurrido con la desaparición de Marta Calvo que «si alguien sabe algo, evidentemente es la madre».
A esto se une el perfil criminológico realizado al presunto asesino, realizado por la acusación particular, que señala que el colombiano es un «depredador letal con compulsión para matar», así como su fuerte relación materna, que su madre cuestionaba su forma de vida y que el joven era adicto al esoterismo y estaba obsesionado con todo lo relacionado con la muerte y los espíritus.
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