Gonzalo Espino tiene una brillante y dilatada carrera profesional que ha culminado como jefe superior en Balears. | Alejandro Sepúlveda

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Llega a la entrevista impecable, con aspecto de actor italiano de película de Fellini. Un dandy reconvertido en jefe de Policía. Gonzalo Espino Cruz (Madrid, 1957) deja la jefatura de la Policía Nacional de Baleares tras cuatro años en los que ha conseguido modernizar el Cuerpo y afianzar su prestigio. Ahora, ya como jubilado, el ciudadano Gonzalo no pierde la sonrisa: «He sido muy feliz en Mallorca, por eso me quedo a vivir aquí».

¿El teléfono le sigue sonando?
—De momento sí, aunque a veces es Movistar y alguno que se equivoca (ríe).

Llegó en una época convulsa.
—Sí, era la época del crimen de Sacramento, el ‘caso Móviles' y todo el tema de Cursach. Tuve una gran ayuda con los comisarios José Luis Santafé y José Antonio Puebla, nos quedábamos hasta tarde en el despacho. Hubo muchas crisis.

¿Con qué se queda de esos años?
—Se ha creado una escuela policial muy buena. Hay un equipo humano estupendo.

El ‘caso Cursach' ha sido una de las grandes aberraciones policial-judicial.
—Ha sido un caso que la prensa polarizó mucho la opinión de la gente. Lo que le puedo decir sin género de dudas es que no había una corrupción policial encubierta. Y que los cuatro policías de Blanqueo que trabajaban con el juez y el fiscal siguen suspendidos.

¿Qué les pasó a Penalva y Subirán?
—No hubo una motivación económica, pero usaron medios que no eran los adecuados. Fue una cuestión de egos. Magnificaron el caso totalmente y puedo decir que ha habido muchos inocentes perjudicados.

¿Cómo fue posible que los investigadores de Blanqueo tuvieran un grupo de WhatsApp con Penalva y Subirán en el que decían lo que decían?
—No hay comparación con nada. Ya de por sí la presunción de inocencia casi desaparecía. Pero es importante remarcar que son casos aislados e individuales. Sin un móvil aparente. Eso sí, los hechos son muy graves porque pudieron cometer, supuestamente, detenciones ilegales.

¿Cómo es ahora la relación de la policía con los jueces?
—Pues ahora es muy buena. Tenemos un trato semanal con la jueza decana, Sonia Vidal, y nos llamamos por teléfono directamente. También con el fiscal superior, Tomeu Barceló, la relación es magnífica. Estamos muy contentos.

¿Sigue el pique eterno con el cuerpo hermano, la Guardia Civil?
—Con Jandri, el coronel jefe, tengo una gran relación, nos conocíamos de antes. Yo en la Casa Real siempre trabajé con la Guardia Civil y no hubo ningún problema. Ramón Morey, el exdelegado del Gobierno, siempre dice que somos las dos únicas instituciones de la Administración que se pegan por trabajar.

¿Cuál de los dos Cuerpos es más antiguo?
—Nosotros, por supuesto (ríe).

Usted reconcilió a los suyos con la Policía Local de Palma.
—Estaban muy castigados por el ‘caso Cursach' y en una reunión decidimos que sumar sus 900 efectivos con los 900 nuestros era multiplicar en favor de la ciudadanía. Hemos creado un grupo conjunto de drogas, que funciona muy bien. Los resultados son espectaculares. También en el tema del turismo seguro, donde combatimos a los carteristas de forma conjunta.

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Un momento de la entrevista.

¿Cómo vivió la pandemia?
—La colaboración con el Govern fue muy bien. Al principio todo era un caos, algunos empresarios nos tuvieron que dar desinfectantes y nos dejaron máquinas de ozono para limpiar los coches patrulla. En Jefatura se hacían pruebas de antígeno, algo que en ese momento era una cosa inédita. Aún así, llegamos a tener un pico con un centenar de policías contagiados. Fueron momentos difíciles para todos.

Usted no cayó.
—Pues no. Soy de los pocos. Dicen que soy inmune. Santafé y Puebla sí se contagiaron.

La vida en Mallorca está por las nubes.
—Es verdad. La vida ha subido muchísimo, una barbaridad. Hay que abordar la insularidad y los impactos que tiene. Se está estudiando poner un plus a los policías que vienen aquí. Es algo que afecta a toda la Administración del Estado, no solo a la policía.

¿La Isla es segura?
—Le aseguro que sí. La media de la delincuencia es la normal. Casi no hay homicidios, aunque estamos muy preocupados por los malos tratos a mujeres. Las cifras aumentan cada vez, quizás por las facilidades que hay para denunciar. Antes es verdad que se denunciaba menos.

¿Son Banya es una aberración útil para la policía?
—Son Banya es una aberración y no debería existir. No creo que tener a esas personas en esas condiciones sea bueno. Hay ratas enormes en la calle, coches quemados... En un país civilizado esto debería corregirse.

El escándalo de las menores tuteladas prostituidas fue tremendo.
—La colaboración con el IMAS es absoluta y le puedo decir que no existe una prostitución organizada. Están en centros no vigilados y pueden salir. No hay tantos casos, pero son muy llamativos. Una de las soluciones sería más dinero para centros mixtos, no abiertos, con más controles y más educadores.

La supuesta impunidad de los okupas indigna a la ciudadanía.
—A nivel de Baleares, la instrucción del fiscal superior Tomeu Barceló ha sido de gran ayuda para desalojarlos en ciertos casos. Sé que la gente no lo entiende, pero la legislación es la que es.

¿Qué tal con el tema del catalán?
—Lo entiendo, menos cuando lo hablan Ramón Morey o Tomeu Barceló (risas). No hay problema en la policía con el idioma. Más del 55 % son catalanoparlantes.

¿Cómo será su nueva vida?
—Leer, pasear por la Tramuntana y estar con los amigos. Casi nada.

El apunte

«Elicio Ámez, Ramón Morey y Pedro Vidal son amigos vitales»

La plácida vida en Mallorca de Gonzalo Espino no habría sido posible sin su tridente de incondicionales: Elicio Ámez, ex jefe superior de Policía; Ramón Morey, exdelegado del Gobierno y Pedro Vidal, abogado del Estado. «Han sido muy generosos y me han ayudado mucho. Fueron unos grandes embajadores cuando llegué y me presentaron a mucha gente», reconoce Gonzalo. También tiene palabras de agradecimiento para Mayte, su mujer, que es ginecóloga en Madrid y comandante en excedencia del Ejército. «Ha quedado encantada con Mallorca. Le ha enganchado la Isla. Me ha apoyado a que, una vez jubilado, siga viviendo aquí. Ella vendrá los fines de semana para estar conmigo». De su etapa en la Casa Real, el ex jefe superior habla maravillas: «Guardo un gratísimo recuerdo de aquellos tiempos. Me he sentido muy orgulloso de trabajar con ellos». Su acogida en Mallorca la tiene grabada a fuego: «Me han tratado estupendamente aquí, he sido muy feliz. No he tenido ningún problema con nadie, ni tampoco con ningún partido político».