La tripulación de la patrullera 'Paíño'. | Alejandro Sepúlveda

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En el salón de la patrullera ˋ'Paíño' del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) cuelgan seis piezas de caza mayor. La tripulación pasa gran parte del tiempo allí cuando navega. Los trofeos que se exhiben en una de las paredes de la camareta, junto a una tabla de señales de salvamento, no son animales. No son cabezas de ciervos, ñus, bisontes, o rinocerontes. Hay seis pequeñas fotografías enmarcadas de barcos que fueron interceptados por la base marítima de Palma transportando grandes cantidades de cocaína, hachís y tabaco en los últimos 10 años. Son los trofeos del Servicio de Vigilancia Aduanera: un remolcador, dos veleros, un yate, un mercante y una lancha motora de 10 metros.

El reloj marca las cinco de la tarde del martes 20 de diciembre. El mar está plano y el sol se esconde. Los diez miembros de la tripulación de la patrullera, nueve hombres y una mujer de entre 30 y 50 años, salen a navegar desde el pantalán de sa Llonja y se dirigen a Palmanova. A los mandos va Gonzalo Herrán, un ibicenco de 43 años que ha sido patrón en compañías marítimas de transporte de pasajeros.

Fotografías

Toni Enseñat, de 44 años, es el jefe de la base marítima de Palma y recuerda en la cubierta del ‘Paíño' algunas de las operaciones antes de bajar al salón de la embarcación también conocido como camareta. «En 2013 se cogió un remolcador llamado ‘White Eagle' con 350.000 cajetillas de tabaco en un contenedor», dice señalando una de las fotografías. «Aquí tenemos el ‘HCH', que fue una incautación de 336 kilos de cocaína tras una investigación de más de dos años».

Los veleros ‘Open Sea' y ‘Phase One' también fueron presas del SVA en plena pandemia. El primero transportaba 5.800 kilos de hachís y el segundo 4.300. «Estas dos operaciones fueron muy complejas porque el ‘Open Sea' intentaron hundirlo y el ‘Phase One' lo quisieron quemar. La verdad es que se complicó. La intervención en el ‘Open Sea' casi se convirtió en un rescate y en el ‘Phase One' en un trabajo contra incendios porque tuvimos que apagar el fuego y luego abordar el barco». «Y luego aquí está la ‘Caprichosa', que fue un barco que se cogió cerca de Cartagena con 2.000 kilos de hachís. Y el ‘ELG', que también se interceptó en Cartagena con 12 toneladas de hachís».

Hace diez años que Toni Enseñat entró a trabajar en el SVA. Estuvo seis en Eivissa y lleva cuatro en Palma. «Vigilancia Aduanera está integrada en el departamento de Aduanas e impuestos especiales de la Agencia Tributaria». Sus principales cometidos, explica, «son la lucha contra el contrabando, el narcotráfico, el fraude fiscal y los delitos relacionados con la propiedad intelectual». Al jefe de la base marítima le gusta decir que son marinos reconvertidos en policías. «Porque nosotros, de oficio, somos de formación de marina mercante y hemos opositado a Vigilancia Aduanera». El mar es su oficina.

El buque ‘Paíño', de 33 metros de eslora, tiene dos motores de 1.800 caballos cada uno y alcanza una velocidad máxima de 35 nudos. «Es un barco rápido, pero no está pensado para interceptar lanchas». Las operaciones de asaltos en alta mar en ocasiones se pueden complicar. «Cuando abordas un barco hay momentos de tensión porque, al final, es una caza. Normalmente ellos no suelen ofrecer ninguna resistencia porque no tienen escapatoria. Por ejemplo, en el caso del ‘HCH' fue un abordaje con muy buen tiempo. Subimos a bordo, no ofrecieron resistencia y fue todo muy rodado. Pero con el ‘Phase One' o el ‘Open Sea' no fue así», comenta.

La seguridad del personal del Servicio de Vigilancia Aduanera es lo más importante durante las intervenciones en alta mar. «Si en un abordaje cae un tripulante nuestro al agua se acaba la operación y se convierte en un rescate. No hay droga que vaya por delante de la vida de un compañero». En todos los asaltos utilizan un chaleco con placas balísticas. «Nos da protección ante cuchillos y armas cortas. Tenemos una pistola HK, muy pequeña y súper segura», cuenta Jesús Antonio Lago, agente marítimo de 50 años. «Como arma de intervención utilizamos el fusil MP5, muy polivalente, cómodo y fiable». La ametralladora MG 42, desarrollada en la Alemania nazi, la montan en la proa de la embarcación. «Es un arma bastante antigua, pero sigue estando a la orden del día».

A veces no encuentran nada. «Subes a un barco y no tienes claro si lleva droga o no. No detienes a todo el mundo, los llevas a todos al mismo lugar e inspeccionas la embarcación. Si no encuentras nada, que pasa muchas veces, te vas del barco. Yo he subido a un montón que han sido negativos», explica Enseñat. A él nunca le han ofrecido resistencia, pero tiene algunos compañeros en otros destinos como Algeciras que sí. «Allí la gente les planta cara», afirma.

El Servicio de Vigilancia Aduanera dispone en España de 17 patrulleras de altura como la ‘Paíño' y cerca de una veintena de interceptadoras. «Durante los próximos tres años se van a construir más». En la patrullera ‘Paíño' pueden dormir 10 tripulantes, aunque no acostumbran a realizar navegaciones muy prolongadas. «Solemos ir dos jefes de embarcación, dos jefes de máquinas y seis agentes».

El barco dispone de una cocina equipada con horno, vitrocerámica e incluso sistema de ósmosis. «Aquí se cocina bastante y bien, ¿eh? Hay gente que podría ir a MasterChef y no quedaría nada mal. Yo he visto hacer de todo: arroces, pescados, carnes… te diría que hay hasta competiciones para ver quién cocina mejor», dice Enseñat.

Detenidos

La patrullera ‘Paíño' no tiene calabozos para los detenidos. «Los llevamos en la misma camareta».    A los arrestados los custodian hasta la patrullera, los cachean y después los engrilletan. «Cuando haces el traslado de un barco a otro nunca los puedes esposar porque si caen al agua se pueden ahogar».   

El Servicio de Vigilancia Aduanera trabaja con aplicaciones informáticas y cuenta con un registro de barcos sospechosos. Algunos tienen un aviso de búsqueda internacional por distintos motivos. «El mayor perfil de riesgo son veleros que se dedican al narcotráfico. Si identificamos un barco y vemos que tiene un aviso subimos a bordo y hacemos una inspección. Solemos controlar las embarcaciones de recreo en las zonas de fondeo porque las más sospechosas, que se dedican al tráfico de estupefacientes, no suelen entrar en puerto porque dejan un registro. Van a lugares de fondeo y hacen avituallamiento bajando a tierra con una auxiliar». El velero ‘Phase One' realizó varios fondeos en aguas de Mallorca, pero nunca entró en ningún puerto. «Cumplía ese perfil al cien por cien», agrega Enseñat.

La mayoría de la tripulación del ‘Paíño' es de origen gallego. «Esta oposición, en concreto Aduanas, es muy popular en Galicia. Aquí creo que soy el único mallorquín», señala el jefe de la base marítima de Palma. Laura Rama, gallega de 35 años, ha sido de las últimas en incorporarse. «Yo ya conocía el servicio por mi padre, que estuvo aquí. En la parte marítima, el porcentaje de mujeres es muy bajo, pero en los trabajos de tierra ya está más equiparado».

La travesía en el ‘Paíño' finaliza sobre las ocho de la tarde en el pantalán de sa Llonja, el punto de partida. La tripulación comparte dos empanadas gallegas, como la mayoría de ellos, en el salón comedor bajo las fotografías enmarcadas de los seis trofeos de caza del Servicio de Vigilancia Aduanera. Se llaman ‘HCH', ‘Phase One', ‘Open Sea', ‘White Eagle', ‘ELG' y ‘Caprichosa'.