El exintendente Toni Vera, recién jubilado, ha concedido una entrevista exclusiva a este periódico. | Alejandro Sepúlveda

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A los 14 años ya trabajaba en una gestoría y luego fue empleado de Eléctricas Ramblas. Pero Toni Vera (Palma, 1963) tenía claro que su vocación era ser policía y además de licenciarse en Psicología consiguió también entrar en el Cuerpo. Eran los años ochenta y de ahí no dejó de ascender hasta que llegó a lo más alto: intendente del cuartel de San Fernando. Pero el fiscal Subirán se cruzó en su camino y fue una de las numerosas víctimas del ‘caso Cursach', que acabó injustamente con su carrera. Ahora, recién jubilado, rompe su silencio en exclusiva para Ultima Hora.

Usted quiso formar parte de la primera Policía Autonómica, que nunca cristalizó.
—Pues sí, yo soñaba con una policía integral, al modelo de la policía vasca o los Mossos d'Esquadra. Me saqué unas oposiciones para el Govern balear, en temas de seguridad, pero cuando vi que lo de la Policía Autonómica no avanzaba volví al cuartel de San Fernando, en 1994.

En esa época la Policía Local tenía hasta una Policía Judicial con funciones reales.
—Desde luego. Los jueces nos autorizaban para investigar muertes judiciales. Fuimos una vez a un ático de Son Rapinya donde había un suicidio y coincidimos con la Policía Nacional. Al final, el juez nos encargó a nosotros la investigación. Esto hoy en día sería impensable.

En la década de los 2000 les metieron en vereda.
—Hubo cambios políticos y otras directrices. Dejamos los temas de Policía Judicial y nos volcamos en nuestras competencias: Policía de Barrio, ordenanzas municipales y tráfico. Y nada de investigación. Creo que no fue un error. Nosotros no tenemos medios ni mecanismos para investigar. Es una realidad.

En 2011 se produjo una paradoja histórica: en el cuartel había dos intendentes, el comisario Herrero y usted. Y mucha tensión entre ustedes.
—Bueno, es verdad, pero es que relación entre nosotros no teníamos. Casi no nos veíamos. Desde luego, no éramos amigos.

Luego estalló el escándalo de las oposiciones policiales.
—Fue en 2013 y me imputaron en octubre. Ese mes presenté mi dimisión al alcalde, Mateo Isern.

¿Le obligaron?
—No.

¿Cómo fue la secuencia?
—Pues fui a ver al alcalde Isern y le dije que lo dejaba. Él respondió que lo aceptaría. Le pedí como favor que en la rueda de prensa que iba a dar él leyera tres puntos. Que estaba siendo asediado por un diario de Mallorca con noticias falsas. Que no quería que mi familia sufriera. Y que me iba también por el alcalde, para que no le afectara.

¿Lo aceptó?
—No leyó ninguna de las tres.

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¿Recomendó usted a Isern que no recuperara a Herrero?
—Sí, no iba a ser bueno porque los sindicatos pedían su cabeza y había mucho jaleo. Pero al salir yo de Cort, Herrero entraba por otra puerta como nueve jefe.

¿Se sintió traicionado?
—Sí, por el alcalde Isern. Y sobre todo enormemente decepcionado. Me creí que él quería una nueva policía, con otra impronta. Y a la mínima me sacrificaron. Nunca más hablé con él.

¿Por qué cambió tanto la relación entre ustedes?
—Porque intoxicaron al alcalde una serie de personajes próximos a él, de la policía. Le hicieron creer que yo era ‘rodriguista' (de José María Rodríguez, que estaba enfrentado a Isern). Y él se lo creyó sin contrastarlo.

Luego llegó el ‘caso Cursach'.
—Creo que mi vida cambió para siempre aquel junio de 2013 en el que vino a verme el fiscal Subirán a mi despacho del cuartel. Me pidió de muy malas formas que arreglará un problema que tenía con el ruido de un aire acondicionado de un banco bajo su casa. Llamé al jefe de la Patrulla Verde, Biel Torres, para que fuera testigo. Subirán estaba enfurecido. Arreglamos lo suyo y pensé que todo había acabado. Inocente de mí.

En 2017 le denunció.
—Sí, dijo que yo había filtrado una noticia a su periódico. En el grupo de WhatsApp que tenían Subirán, Penalva y el Grupo de Blanqueo, que se llamaba «Los Intocables», escribieron «Subi está desolado porque han absuelto a Vera». Luego sale el juez y escribe: «Tranquilo Subi, ya le joderemos en otra».

Y ocurrió.
—Vamos que si ocurrió. En marzo de 2017 entra en escena la madame y empieza a decir mentiras terribles sobre mí y otros policías. Nos acusaron de corrupción, de prostitución, de auténticas burradas. Todos tenemos familia. Y esas mentiras se publicaban en un diario de Mallorca, para hacernos más daño. Fue una época de terror. Fui el primero en denunciar la falta de imparcialidad de Subirán y nadie me creyó.

¿Tenía la maleta hecha por si lo metían en prisión?
—Le diré algo. Yo, en la taquilla del cuartel, tenía una gorra de béisbol y una sudadera listas para cubrirme por si me detenían y me llevaban al juzgado ante la prensa, porque Subirán buscaba una foto mía engrillonado.

Debió ser un infierno.
—Por la tarde estaba en casa y si tocaban al timbre tenía una descarga de adrenalina, pensando que podían venir a detenerme. Me gustaría añadir algo.

Por supuesto.
—Su periódico y usted fueron los únicos que contaron la verdad y esto debe saberse. Descubrieron los wasaps del juez, fiscal y Blanqueo y todo cambió. Y antes denunciasteis las irregularidades. Ultima Hora hizo un trabajo muy valiente y profesional.

Ya jubilado, si echa la vista atrás: ¿Ha valido la pena?
—Sí. Porque me he doctorado en la vida sobre la maldad, pero también sobre la lealtad.