El taxista de Palma agredido a las puertas de un local de ocio, durante su visita a este periódico. | R.S.

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Llegó a temer por su vida. El taxista de Palma agredido en la puerta de una discoteca del polígono de Son Castelló volvió este lunes por la tarde al trabajo. Lo hizo magullado y con algo de miedo pero «muy respaldado por el apoyo de todos sus compañeros». Unas horas antes, atendió a este periódico y visiblemente emocionado relató lo ocurrido. La Policía Nacional mantiene abierta una investigación para esclarecer la identidad de los siete jóvenes implicados en la agresión.

«Fue horrible, fue horrible. Me dieron una patada en la cabeza que dije ‘ya está, se acabó'. Después de que me pegaran prácticamente todo el mundo se fue y cerraron hasta las puertas de la discoteca», explicaba el taxista mientras ojeaba la noticia publicada sobre estos hechos. Todo ocurrió pasadas las cuatro de la madrugada de este sábado, cuando fue requerido para un servicio en la puerta de una discoteca del polígono de Son Castelló: «Al llegar a ese callejón ya me dio muy mala espina. No me gustó para nada. Es un callejón muy oscuro y tuve ese instinto que te dice ‘uf'. Aún así un servicio es un servicio y hay que hacerlo».

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Tras algunos minutos de espera, las dos clientas que habían requerido el taxi hicieron acto de presencia y entraron en el vehículo. Simultáneamente salió por la puerta del establecimiento un grupo de entre 10 y 15 jóvenes entre los que se encontraban los agresores: «Fue como si el coche tuviera un imán. Se tiraron encima y empezaron a dar golpes y a bromear. Uno de ellos se llegó a subir encima del capó de pie». A pesar de pedir repetidamente que le dejarán salir del callejón, las burlas y el bloqueo continuaba. Rozando la desesperación, el taxista realizó un movimiento que este lunes reconocía como el desencadenante de todo: «Con el coche parado, sin ninguna marcha puesta, di un pequeño golpe de gas para ver si se quitaban. Fue el detonante. Al bajar me rodearon y me empezaron a pegar. Recuerdo estar tumbado en el suelo recibiendo golpes y tapándome la cabeza».

Finalmente, fueron las dos clientas las que lograron disolver a los agresores: «Si no llegan a estar ellas allí ahora mismo no estaría aquí hablando con vosotros, fueron dos ángeles. Me pude levantar y me metí en el coche. Me quedé allí llorando».