Un paseo por sus calles angostas revela decenas de casas con desperfectos, algunas medio derruidos. Muchas son almacenes de productos para turistas, que este sábado aparecían tirados y rotos por el suelo al subir la persiana. A primera hora, algunos vecinos ya intentaban recoger algunos cascotes. Como Abdulá Mansari, que en una calle convertida en montañas de escombros ayuda a un anciano a meterlos en un carro. Aún no se ha atrevido a entrar en su casa, confiesa. «Estaba trabajando en el mercado cuando sentimos el terremoto. Tengo 36 años y es la primera vez que vivo esto. Nos entró miedo y nos fuimos a la plaza para refugiarnos. Dormí allí». Abdulá se refiere a la cercana y mítica plaza de Jemaa el Fna, donde se congregaron cientos de personas para dormir a cielo abierto por temor a las réplicas. Además de Abdulá, había turistas como Pablo Segarra, de 21 años, y sus cuatro amigos, todos de Elche, que han dormido en el cemento de la plaza con otros dos españoles que han conocido en Marrakech: Gorka Pagani y su padre, de Bilbao.
Al lado de sus mochilas, botellas de agua, babuchas y algunas mantas, Pablo cuenta que el terremoto les sorprendió a los seis tomando un té en la azotea de su albergue. «De repente empezó a temblar todo y comenzó a salir humo del centro de riad (hotel), así que nos tocó bajar corriendo. Entonces vimos una escena muy dura, con muchos edificios medio derrumbados y gente en el suelo que no sabías en qué estado estaba», relata Pablo. Gorka afirma que ocurrió «de un momento a otro» y que bajaron a la calle «en shock». «No sabía si estaba en una película, había gente en el suelo», confiesa adormilado con su padre a unos metros de él. En la provincia de Marrakech, el Ministerio del Interior marroquí informó de que hasta las siete de la mañana se habían producido 13 muertos, del total de 632 registrados a esa hora, sobre todo en la provincia de Al Haouz, -al sur de Marrakech y cercana al epicentro-. Margarita Pacheco lo vivió como «una bomba».
«Empezó a sonar un rugido y me dije: 'es un atentado'», dice esta española. «Duró como cuatro o cinco minutos, no he visto una casa parecida en mi vida, se nos ha caído la televisión, los jarrones, los espejos». Brahim, que vive en la medina y tiene varios edificios en el casco antiguo, esperaba en cambio más de un temblor de 7 grados. «Es muchísimo», dice antes de entrar en un centro de artesanía de su propiedad. Y es que el último gran terremoto recordado en el país magrebí ocurrió en 2004 en Alhucemas, en la región norteña del Rif. Fue de 6,3 grados y murieron 628 personas. En Marrakech son muchas menos, pero Mohamed, que guarda los coches de un aparcamiento al aire libre cerca de la gran plaza, nunca olvidará la noche en que, apunta, »no pararon de pasar ambulancias".
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