Cornelia Magdalena Arends tenía 25 años cuando fue salvajemente asesinada en la Playa de Palma, muy cerca de s'Arenal. | ARCHIVO

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Era una chica alegre y extrovertida, que iba a casarse en abril con un muchacho al que había conocido en Canarias. Cornelia Magdalena Arends, una guía holandesa de 25 años, fue salvajemente asesinada en su apartamento de la Playa de Palma a finales de enero de 1979. Fue uno de los primeros crímenes rituales que se recuerdan en Mallorca y, a día de hoy, el caso sigue sin esclarecerse. ¿Quién era el maníaco sexual que torturó, violó y mató a la joven?

Cornelia había alquilado un apartamento en la calle Amílcar, con unos amigos, y era feliz en Mallorca. Se ganaba la vida como guía turística de la compañía alemana Neckerman, pero en la noche del 27 al 28 de enero alguien la esperaba en su casa. Su coche fue hallado en la calle, con las puertas abiertas, por lo que no se descarta que hubiera sido asaltada en ese momento. Sea como fuere, el pervertido entró con ella en el piso y la sometió a un auténtico calvario.

Por la mañana, sus compañeros se encontraron con una escena dantesca. Cornelia yacía sin vida sobre la cama, en su dormitorio. Estaba desnuda. El asesino le había atado las muñecas, una a la barra de la cama y la otra a una silla que colocó bajo el somier. Tenía un cuchillo clavado junto al corazón y otro entre los senos. Este último, curiosamente, sin sangre. Su rostro reflejaba el horror que había sufrido: el ojo derecho estaba amoratado y el labio superior partido. Le habían cortado en la barbilla, el cuello y los muslos. También presentaba un golpe en la nuca. Su ropa interior estaba dentro de su boca, a modo de mordaza. Las piernas tenían indicios de haber sido atadas.

El edificio de la calle Amílcar donde se produjo el macabro asesinato.

El crimen se produjo en el dormitorio, pero en el pasillo y en el cuarto de baño también se halló sangre. Cuando los investigadores examinaron la escena encontraron un cuchillo, que el pervertido podría haber utilizado para intimidar a la guía. Fue uno de los primeros crímenes rituales, con connotaciones sexuales, que se registró en la Isla. Un amigo especial de la víctima, de nacionalidad alemana, fue detenido como sospechoso. Tenía llaves del piso y su coartada era débil, pero finalmente quedó en libertad.

Poco antes, en abril de 1978, otra joven guía e intérprete sueca de 20 años, llamada Kristine Kajvik, fue hallada muerta en la cuneta de la carretera al castillo de Bendinat, en Calvià. Estaba desnuda de cintura para abajo y le habían desfigurado el rostro con una piedra, que el asesino dejó a su lado. No fue el único crimen. El domingo 19 de noviembre de 1978 Marion Anderson Marshall Dockerty, una británica de 30 años vecina de Glasgow, también encontró la muerte en Mallorca, en concreto en Palmanova. El sospechoso de la Guardia Civil fue un camarero en paro. La mujer escocesa había llegado el día anterior para disfrutar de unas vacaciones en la isla, y formaba parte de un grupo de una empresa dedicada a la comercialización de cassettes. El cuerpo estaba semidesnudo, sin pantalón, ni bragas, y solamente cubierto con una ligera blusa. Le habían destrozado la cabeza, como a Kristine.

¿Había alguna relación entre Cornelia, Marion y Kristine? Los investigadores llegaron a sospechar que un único maníaco sexual estaba detrás de los tres crímenes. El perfil de las víctimas era muy similar. Sin embargo, nunca se descubrió al pervertido. La oleada de homicidios a mujeres provocó la primera gran manifestación feminista en Palma, exigiendo a la Policía y a la Guardia Civil medidas urgentes contra el asesino que andaba suelto. Incluso se instaló en la Plaza de España una placa que recuerda a las tres mujeres. La identidad del psicópata sigue siendo, 45 años después, uno de los grandes misterios de la historia policial reciente.