La agresión de Gomila se registró en la Nochebuena de 2015, aunque el herido fallecido en Son Espases días después.

TW
2

En la Nochebuena de 2015 un grupo de inmigrantes colombianos se citó en una discoteca de Gomila, para celebrar las navidades. La ingesta masiva de alcohol y un incidente con una joven desembocaron en una batalla campal, que continuó una vez que los implicados fueron expulsados. Ya en las escaleras del local, en s'Aigo Dolça, Emerson Mendoza, de 36 años, le seccionó el cuello a su compatriota Michael Andrés, de 26. El joven murió días después en el hospital. Había perdido, sólo en unos minutos, dos litros de sangre. Esta es la crónica de un homicidio que se saldó con una pena baja porque se apreció el atenuante de legítima defensa.

La reyerta ocurrió después de que un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba la víctima, molestaran a la hija del acusado en una discoteca y fueran expulsados del local. Un rato después, el grupo del agresor y el de la víctima volvieron a enfrentarse en las escaleras de Joan Miró.

Durante esa discusión, el joven que luego murió cogió una botella de cristal y la golpeó varias veces contra los escalones con la intención de romperla, pero no lo consiguió. Al ver ese comportamiento, el acusado a su vez cogió otra botella, la rompió, apartó a la gente que había delante de él y se dirigió hacia el joven con la intención de agredirle pero «sin que conste intención de matarle», según recogió la sentencia.

El condenado, Emerson Mendoza, en el banquillo de los acusados, en 2016.

La botella impactó en el cuello de la víctima, que realizó un movimiento inesperado. Sufrió un corte en el cuello que le causó días después la muerte por shock hemorrágico. La sentencia indicó que el acusado actuó «para defenderse de un mal inminente que él, erróneamente, consideraba que le amenazaba» al ver que un joven intentaba romper una botella a la vez que le amenazaba de muerte.

Emerson reconoció ante los agentes del grupo de Homicidios de la comisaría de Manacor, donde se entregó a los tres días de la agresión, la agresión y «mostró una actitud colaboradora en el esclarecimiento de los hechos». El magistrado señaló en la sentencia que la mayoría del jurado, después de que el acusado admitiera en el juicio su participación en los hechos y de ver el vídeo del suceso que grabó un testigo con un móvil «no tuvieron duda respecto a que el acusado, si bien agredió a la víctima, no se representó la muerte de ésta como algo probable ni buscó ese resultado».

Añadió que, según el veredicto «aunque le mató, no tuvo intención de hacerlo» por lo que el jurado consideró la muerte «imprudente y no intencional». El magistrado consideró que esa conclusión del jurado de que no ha quedado acreditado que la intención del acusado fuera clavar la botella en el cuello de la víctima «no resulta imposible ni irracional».

Indicó que en el vídeo del suceso se aprecia que el acusado «no se dirige de manera directa e inmediata hacia la víctima, sino que se va aproximando y moviéndose de forma nerviosa para tratar de salvar la presencia de las persona que se encontraban entre ambos». Se abalanzó hacia la víctima «sin saber muy bien en qué lugar iba a impactar la botella».

El homicidio de Gomila vivió, además, un episodio un tanto esperpéntico cuando un colombiano llamado Julián Andrés, de 33 años, fue acusado injustamente de la agresión mortal y llegó a ser detenido. En realidad, el hombre estaba en su casa con su mujer e hijo, y finalmente pudo probar su inocencia.