El juicio contra el padre y su hijo se celebró el 1 de octubre de 1983 en la Audiencia de Palma. | R.D.

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«La tranquila villa de Porreres se vio ayer sacudida desde primeras horas de la mañana, al difundirse la noticia de que se habían encontrado los cadáveres de dos de sus vecinos, desaparecidos el pasado sábado. Este asesinato, porque todos los indicios apuntan a calificarse de tal, se ha producido de manera un tanto misteriosa, acabando con las vidas de Bartolomé Barceló Garí, de 44 años, brigada de artillería del ejército de tierra y Miguel Barceló Llull, de 59, agricultor de profesión (…)». Así comenzaba Ultima Hora su crónica, el 19 de agosto de 1981, de un doble crimen que conmocionó a Porreres.

Unos días antes, el 16 de agosto, Bernardo José Sastre, de 33 años, y su padre José Mesquida Castell, salieron a cazar conejos por una finca de Porreres, con un hurón. Junto a ellos se encontraban Miguel Bernardo LLull, de 59 años y agricultor de profesión, y Bartolomé Barceló Garí, brigada de artillería del ejército de 55 años.

Cuando los cuatro habían iniciado la cacería, la pareja formada por Miguel y Bartolomé se mofaron del uso de un hurón para la caza, lo que indignó sobremanera a José, que le propinó un culatazo en el rostro al primero. A continuación se entabló una violenta pelea que finalizó de golpe cuando Bernardo blandió su escopeta de caza y mató a tiros a los dos contendientes.

Después, padre e hijo se marcharon de la escena del crimen y no contaron lo ocurrido, por lo que el payés y el brigada fueron dados por desaparecidos, puesto que no habían vuelto a casa esa noche. Tras dos días de búsqueda, se hallaron sus cadáveres y poco después fueron detenidos los implicados.

El caso causó una honda conmoción en Porreres, de donde eran los fallecidos. El 1 de octubre de 1983, dos años después, padre e hijo se sentaron en el banquillo de los acusados. La Audiencia de Palma condenó al más joven a 24 años de prisión, como autor material de los dos crímenes, y el progenitor fue condenado a un año de cárcel por las lesiones que les causó a sus adversarios. Casi medio siglo después, en Porreres son muchos los que todavía recuerdan la cacería mortal del verano de 1981.