Mónica Kreiger junto al periodista Pep Matas, durante una entrevista para el diario Baleares.

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Aquel primero de noviembre de 1987 no se hablaba de otra cosa en Mallorca. Mónica Louisse Kreiger, una viuda alemana de 27 años, asesinó a sus dos hijos porque atravesaba una profunda depresión. Los pequeños Danielle y Robert, de 7 y 5 años, aparecieron muertos en el chalet familiar de Portocolom. La parricida intentó suicidarse en la misma casa, pero las lesiones que presentaba en las muñecas no eran graves y fue detenida. Antes del juicio, en una entrevista exclusiva con el periodista Pep Matas del diario Baleares, declaró: "Antes de matar a mis dos hijos los cogí en brazos y los acaricié».

La madre acabó con la vida de los pequeños administrándoles una inyección de aire en las venas con una jeringuilla hipodérmica. La familia llevaba dos años viviendo en Portocolom, donde sus padres regentaban un supermercado. Su marido había muerto en la República Federal de Alemania y Mónica, que arrastraba una depresión tremenda, viajó a Mallorca para cambiar de aires y empezar una nueva vida.

Era una madre modélica y se desvivía por sus hijos. Pero siempre se la veía decaída y triste. Un alma en pena a la que nadie conseguía animar. El 1 de noviembre un amigo de Mónica, que solía acompañar a los niños al colegio, acudió como cada mañana al chalet Seis Rodes, de la familia Kreiger. Al abrir la puerta se encontró a Mónica en el suelo del comedor. El horror, sin embargo, estaba cerca. En el dormitorio de los niños, Danielle y Robert aparecieron sin vida sobre la cama. Estaban fríos porque llevaban unas horas muertos.

El hombre pidió ayuda a gritos y en poco tiempo llegó al chalet el doctor Josep Orriols, del centro médico del pueblo. La madre, cuando pudo ser reanimada, contó que les había inyectado aire en las venas, aunque el médico no apreció indicios de pinchazos en los brazos y se sospechó que los había matado con un cóctel de barbitúricos.

El caso conmocionó terriblemente a la sociedad mallorquina y se vertieron ríos de tinta sobre la parricida de Portocolom, que ingresó en un hospital psiquiátrico a la espera de ser juzgada. Finalmente, fue condenada a una reclusión en un área de psiquiatría y años después, cuando salió en libertad, inició una nueva etapa en la Península, donde se casó y tuvo otro hijo.

El caso fue polémico en aquella época porque algunos sectores consideraban que la pena contra la doble parricida había sido leve y que merecía una larga estancia en prisión, no en un psiquiátrico. Sea como fuere, Mónica nunca regresó a Mallorca. En Portocolom, los veteranos recuerdan vívidamente aquel primero de noviembre de 1987, cuando Danielle y Robert fueron asesinados por su madre.