Joan Feliu ha sido durante décadas jefe de la Policía Local de Palma. | J.J,

TW
19

Joan Feliu Amengual (Palma, 1945) nació recién acabada la Segunda Guerra Mundial. Estudió en Montesión y dos de sus hermanos fueron jesuitas. Hizo carrera en el Ejército como capitán, pero el destino quiso que acabara siendo el ‘padre’ de la nueva Policía Local de Palma tras la muerte de Franco. La primera policía democrática de Ciutat. Brillante y discreto a partes iguales, Feliu dirigió con mano de hierro el cuartel de San Fernando durante décadas y es, quizás, el único funcionario que conoce todas las intimidades del Cuerpo. Sin excepción. Hace unos días, el alcalde Jaime Martínez lo condecoró en la Diada de la Policía Local por su impecable hoja de servicio.

La muerte del caudillo le pilló en Barcelona como militar.
Así fue. Había un ambiente muy tenso. El Ejército en esos momentos tenía un papel complicado. Yo era más progresista, digámoslo así. O más demócrata.

Luego acabó en Gesa, en Palma.
Era la época de Feliciano Fuster. Teníamos muy buena relación. Pero un amigo me dijo que iba a salir una plaza de subinspector a jefe de la Policía Local de Palma y que tenía que presentarme porque tenía dos carreras, la militar y Economía. Total, que me preparé sin tiempo y gané la plaza. Era enero de 1981.

Al mes siguiente le tocó el Golpe de Estado del 23-F.
Ni más ni menos. Yo estaba en mi despacho, era por la tarde, y me llamó el alcalde Ramón Aguiló y me lo contó. «Replega lo que puguis i vine cap aquí», me dijo. Y así lo hice. Reuní a unos veinte policías y nos fuimos al Ajuntament. Cerramos las puertas y les dije: No abráis a nadie. Yo me fui al despacho del alcalde. Y allí estuve todo el Golpe. Luego lo acompañé a su casa.

¿Estaban asustados?
Mucho. El alcalde llamaba al capitán general de aquí y no le contestaban. Yo era capitán del Ejército, pero estaba con el Ajuntament. El mando de la Policía Nacional vino a verme a la ventanilla de Cort, abajo. Las primeras noticias eran que la Nacional apoyaba el golpe y yo insistí: «No abráis a nadie, yo ahora bajo». «Venimos a apoyar al Ajuntament», me aseguró. Y yo le contesté: «Muchas gracias, aparquen sus coches en la esquina de enfrente y si les necesitamos les llamaremos».

Usted fue el primer jefe de la Policía Local de la Democracia.
Cuando vi los mandos tan antiguos me asusté un poco. Tan mayores. La formación era deficitaria, en mal estado físico. Se tenían que cambiar tantas cosas. Y lo primero que pensé fue en crear la Escuela de la Policía, para reciclar a los veteranos.

La Policía de Barrio fue una de sus grandes apuestas.
Fue pionera en toda España. Copié a los ingleses (se ríe). También fueron los años de la incorporación de la mujer a la policía y llegaron grandísimas profesionales. ¿Le puedo contar algo? Los primeros policías de Barrio no llevaban armas y tuvimos problemas con los sindicatos porque decían que los matarían a todos. Afortunadamente, no fue así.

Al mismo tiempo era jefe de los Bombers de Palma.
Fue un favor personal que me pidió el alcalde y no podía negarme. Como decimos en Mallorca, me lo endosó (risas). Estuve seis años al frente, y llevando también a la policía.

¿Había armonía entre Cuerpos policiales?
La verdad es que sí. Por ejemplo, todavía tengo una buena amistad con Elicio Ámez, que llegó a jefe superior.

En aquella época el cuartel de San Fernando tenía hasta Policía Judicial.
Pero porque los jueces nos apoyaban. No había problemas. Con Eduardo Pérez Extremera, jefe superior de Policía, surgieron algunos roces por este motivo. Teníamos muchas felicitaciones judiciales por los atestados que hacíamos. Luego cambió todo y dejamos de hacer de Policía Judicial.

¿Es partidario de volver a ese modelo policial?
Bueno, es una decisión política. En ese momento Balears era la número uno en delitos penales y el alcalde consideró que teníamos que apoyar a esa Policía Judicial.

Cuando usted se marchó en 2006 al Instituto de Seguridad Pública seguía con su plaza de intendente en el cuartel.
Sí. En esos momentos había tres comisarios y Álvaro Gijón me pidió qué opinaba. Yo le dije que era una decisión suya, pero el que llevaba más tiempo y más conocía era Nicolás Herrero. Que fue al que al final eligieron.

¿Qué ocurrió con un regidor de Cort que se llamaba José Manuel Sierra?
Un buen día, de repente, en el año 2000, me dijo: «Quiero que dejes la policía porque no veo policías en la calle». Yo era el jefe de policía y le contesté: «Los tengo a todos en casa». Fui a ver al alcalde Joan Fageda, que era íntimo de un hermano mío y yo lo conocía bastante. Me dijo: «Lo intentaré, pero no puedo hacer nada porque somos 15-14 (los regidores) y si Sierra sale del PP tendremos un follón de miedo. Pero, aparte de esto, pídeme lo que quieras». Lo que quiero es seguir donde estoy, le contesté. Y si he hecho algo mal me expedientáis. «¿De qué te hemos de expedientar, si sólo te podemos felicitar?», me respondió.

Y se fue.
Fageda me pidió como un favor personal que me fuera. «Te nombraremos coordinador nacional de Estudios Policiales», me propuso. Imagínese usted. Yo como no he querido estar nunca sin trabajar ni robar un céntimo a los ciudadanos acabé en la Escuela de la Policía Local de Palma, trabajando mucho. Mut era el comisario de la Policía Local en aquella época.

Catalina Cirer quiso repescarlo.
Entró en 2002 de alcaldesa. Sierra seguía, no sé de qué, pero de regidor de policía, no. Y Catalina me llamó: «Quiero que vuelvas». Y lo hice hasta 2006.

¿De qué está más orgulloso?
Del cambio que pudieron hacer los veteranos cuando empecé de jefe. Disfruté mucho de trabajar y no creo que ningún policía pueda hablar mal de mí. Tenía un gran equipo, de mandos y policías. De la transformación que hicimos entre todos estoy muy orgulloso.

¿Los veteranos eran franquistas?
Hombre, claro. En esos momentos casi todos lo eran. Pero es igual, cambiaron.

¿Cómo vivió la cacería de policías locales por parte de Penalva y Subirán?
Muy mal, con un disgusto enorme. No lo entendí nunca.

Subirán fue profesor de su Escuela de Policía.
Sí, lo conocía.

¿Tenían buena relación?
Bueno, al final no. Por eso me extrañó que no me detuviera.