El desembarco del convoy mallorquín en Valencia: «Hasta el momento ha sido fácil, ahora viene lo difícil»
El grupo de 60 voluntarios desplazados desde la Isla llega a destino y empieza este miércoles su acción humanitaria en el terreno: cerca de 25 poblaciones han solicitado ya su intervención
Ocho horas en un barco hablando, preparando y organizando un convoy que, nada más entrar en Valencia al caer la noche, enmudece en su totalidad. Sesenta personas mirando por la ventanilla de su vehículo sin poder articular palabra. Las primeras lágrimas. El primer suspiro de realidad pensando en que nada de lo que se ve en prensa o televisión se ajusta al estado real de la Comunitat Valenciana. El silencio ha sobrecogido a los voluntarios de camino al lugar en el que toca hacer noche para empezar con la primera jornada de ayuda humanitaria a las seis de la mañana de este miércoles.
La presidenta de IncaMallorca Solidaria ya lo había dejado claro en el barco: «Hasta el momento ha sido fácil, ahora viene lo difícil», resume Antonia Triguero tras dar las directrices al grupo de voluntarios.
Entre ellos, viaja José Almansa Serra, voluntario de Palma que, curiosamente, vivió cinco años en Paiporta, epicentro de la catástrofe, en los años 70. «Yo era un niño pero tengo muchos recuerdos, del colegio, de los vecinos», explica. Se define como un curioso compulsivo que disfruta de aprender de los demás y escuchar. Su deseo es «ser útil y lo menos invasivo posible. Los protagonistas del dolor son ellos», explica. Un pensamiento le cruzó la cabeza cuando vió las primeras imágenes de las inundaciones: «si mi padre no hubiera cambiado de trabajo, seguiría viviendo en una de esas calles ahora destrozadas.
No es el único que siente el vínculo con Paiporta, Miquel Gallego, tiene dos primas en el núcleo en el que han fallecido más de setenta personas. «Sentí un ataque al corazón cuando vi lo ocurrido, nadie me contestó durante horas, no sabía como estaban», explica. Su trabajo desde hace más de 30 años en la Ferreteria Bonet, ha sido el detonante para su participación. «Siempre colaboramos en todo lo que se hace y el material que llevamos es muy necesario ahora en Valencia», explica. Palas, capazos, escobas, botas de trabajo; y sus propias manos; aunque es consciente de que «esto me va a afectar porque no soporto ver sufrir a las personas pero ya lloraré en casa, respiraré hondo, ofreceré mi ayuda y ya lloraré luego», dice.
El respeto a los afectados es máximo. En el convoy, hay al menos dos valencianos y en su mirada se nota la angustia, la tristeza y la preocupación. Vicent Pascual vive en Mallorca desde hace siete años y tal y como él mismo cuenta «no he dormido en los últimos cuatro días». Las seis horas que tardó en localizar a uno de sus mejores amigos el día de la catástrofe lo mantuvo con el corazón en un puño. Le localizó pero le parte el alma el estado de su comunidad. «Yo soy de Gavarda, muy cerca de Paiporta, mi padre me contaba siempre que en el 82 hubo una gran riada y me habló de sus efectos devastadores, de lo mal que lo pasaron, esto me trae esos recuerdos y el sentimiento es muy duro», explica.
Sus amigos, Miquel Reus, José y Toni Prats, han querido acompañarle en esta acción aportando su tiempo y dos furgonetas para repartir el material, «le vimos la cara y supimos que era muy grave», cuenta Miquel. De hecho, Vicent avisa a sus compañeros: «es mucho peor de lo que imaginamos, no son sólo los pueblos que salen por televisión, hay más de 50 núcleos afectados y es terrible. No son los 5000 muertos que cuentan en los bulos pero la situación es mucho más grave de lo que hemos visto», afirma. Ninguno de los cuatro puede pensar en otra cosa que no sea llegar ya a los pueblos y empezar a enfangarse para tratar de contribuir a la reconstrucción valenciana.
Una de las mayores preocupaciones del convoy es, precisamente, el reparto de material en las zonas afectadas y la entrada a las mismas mientras dure la restricción de circulación oficial de la Generalitat; pero la asociación Inca Mallorca Solidaria cuenta con apoyos en el terreno y sabe que muchos pueblos evitan la ayuda por estar mal organizada. «En alguno núcleos, le están diciendo a gente que ya no pueden gestionar la recepción de más ayuda pero es por cómo les está llegando esa ayuda; el material desordenado, personas sin experiencia; sabemos cómo son estas intervenciones y la separación de la carga, perfectamente organizada y empaquetada es imprescindible, al igual que la gestión de los equipos de voluntarios. Nos guiamos por las necesidades que nos están pidiendo directamente desde cada pueblo, a lo que nos piden, respondemos; y ya nos han pedido manos en dos decenas de pueblos afectados», avanza Antonia.
Son las doce de la noche del martes y nos quedan seis horas para enfrentarnos a la que seguro será una de las acciones humanitarias más duras de los sesenta compañeros que queremos poner el corazón y las manos a disposición de los valencianos. Este miércoles no se nos olvidará jamás.
1 comentario
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A ses fotos es veu clarament sa modeta actual de portar pèl a la cara. Tot cristo amb barba i/o bigotis. Curiós el comportament humà.