Lisa Jane tenía 49 años y fue estrangulada con un cable del cargador de un móvil. | R.S.

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El 23 de enero de 2016 un británico llamó muy alterado al centro de emergencias del 112: «He matado a mi mujer», exclamó. Warren Lyttle, de 50 años, confesó el crimen en un apartamento de Costa de la Calma, pero después aseguró que estaba realizando una serie de juegos sexuales con su esposa, Lisa Jane, de 49 años, cuando se produjo el supuesto «accidente». Esta es la crónica de un crimen que el acusado intentó vestir de percance sexual, sin fortuna para él.

Warren Lyttle sostuvo que los juegos sadomasoquistas entre la pareja eran algo habitual, en su piso de los Apartamentos Siesta, en la calle Bellavista. En su declaración, el detenido contó que esa madrugada fue ella quien le pidió que la atara con el cable del cargador del teléfono móvil y que nunca pretendió acabar con su vida: «Se nos fue de las manos el juego», sostuvo.

El primer informe de la autopsia realizado en el Instituto de Medicina Legal de Palma reveló que la víctima no presentaba signos de violencia en su cuerpo y tampoco de defensa. Es decir, que la mujer no se defendió.

Warren Little durante la reconstrucción del crimen en su apartamento.

El británico intentó demostrar su tesis aportando personas de su círculo más cercano que testificaran que eran conocedores de que las prácticas sadomasoquistas de la pareja y que eran algo habitual y consentidas. De esta manera, el acusado pretendía conseguir la calificación de homicidio imprudente, cuya pena máxima sería de cuatro años de ingreso en prisión.

Al día siguiente del crimen, sobre las nueve de la mañana, un furgón de la Benemérita trasladó a Warren Lyttle hasta los Apartamentos Siesta. La Policía Judicial de Calvià, así como un abogado y una secretaria judicial, esperaban al autor confeso de las muerte de Lisa Jane. Nada más ver al fotógrafo de Ultima Hora, el preso comenzó a repetir: «¡Fue un accidente!», hasta que lo hicieron entrar en la vivienda.

Minuto de silencio en el Consolat de Mar, en repulsa por el crimen de Lisa Jane.
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El registro de aquella vivienda era clave en el caso, pero no aparecieron aparatos eróticos, por lo que la coartada de Warren quedó arruinada. El titular del juzgado de Instrucción número 3 de Palma, José Castro, le tomó declaración y decretó su ingreso incondicional en la cárcel, al entender que existían suficientes indicios para determinar que se trataba de un caso de violencia de género y no de un accidente sexual.

El 26 de septiembre de 2017, el Tribunal del Jurado emitió un veredicto de culpabilidad contra Warren Lyttle acusado por la Fiscalía de un delito de homicidio. El Jurado consideró probado por unanimidad que en enero del año 2016, en la Costa de la Calma en Calvià (Mallorca), el acusado mantuvo una discusión con su esposa y con la intención de acabar con su vida, la acometió «con un cable cargador de energía de un teléfono móvil que le pasó por el cuello estrangulándola de modo que le estrechó y comprimió el cuello hasta causarle la muerte por falta de oxígeno». Los miembros del Jurado se mostraron «no favorables» al indulto y tampoco a la suspensión de la pena.

El acusado custodiado por guardias civiles a su llegada a los juzgados.

Tras la lectura del veredicto, la acusación pública solicitó una pena de 12 años de cárcel para el acusado y una indemnización de 180.000 euros para la hija que tenían en común. La Fiscalía también pidió que el acusado durante 22 años tuviera prohibido acercarse a su hija. La acusación particular, la acusación popular y la defensa se sumaron a la petición del Ministerio Fiscal.

Finalmente, el británico aceptó doce años de prisión tras confesar que habían discutido por temas económicos y la había estrangulado. «No ha pasado un solo día en el que no me haya arrepentido. Mi esposa era mi mejor amiga, espero poder reunirme con ella», declaró durante el juicio, simulando arrepentimiento.

La confesión se produjo tras el acuerdo alcanzado por la fiscalía, la acusación particular, la abogacía de la comunidad autónoma y el letrado defensor, Gaspar Oliver. El pacto conllevaba una notable rebaja respecto a la petición inicial de las acusaciones, de 20 años de cárcel por un delito de asesinato con la agravante de parentesco. Finalmente, la teoría de los juegos sexuales no le funcionó al residente británico. Y quedó demostrado que se trató de un crimen machista.