Imagen del interior del apartahotel Sol y Mar de Cala Bona.

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Pintadas con referencias a Colombia o Pablo Escobar, una máquina de refrescos destrozada, cristales rotos, puertas violentadas, una oficina revuelta y el cajetín de las llaves reventado.... En resumen, este era el panorama que ofrecía el hall del apartahotel Sol y Mar de Cala Bona, okupado desde el pasado fin de semana por un grupo de personas de las que, apenas cuatro, quedaban en su interior este miércoles, recibiendo apoyo desde el exterior.

Desde fuera, la imagen del establecimiento hotelero no invita a pensar en lo que dentro sucede. Cerrado, como el grueso de la planta y los servicios a estas alturas del año, la presencia de la Policía Local y la Guardia Civil -estos últimos en dos ocasiones en la mañana de este miércoles- llama la atención de los residentes, que bien pasean o acuden a una farmacia próxima.

Dentro, un grupo de operarios de la empresa que gestiona el negocio se esmera en instalar nuevos bombines en las habitaciones para evitar que vuelvan a entrar, y muchos de los cuales aseguran fueron ya cambiados por los okupas. Hasta en cuatro plantas han tenido que trabajar, toda vez que los nuevos 'residentes' se han instalado en apartamentos del piso inferior.

Los empleados de la empresa que gestiona el hotel intentan mantener la distancias con los okupas, con quienes conversaron los agentes presentes, a la par que se interrumpió el suministro de agua, luz y gas, que según los responsables del establecimiento quedó cortado en el momento del cierre del establecimiento con el final de la pasada temporada turística.

La pesadilla que viven los responsables del negocio y la sensación de impotencia se observa claramente en sus rostros, sensación que comparten los agentes de la fuerza pública, que entienden la situación y ofrecen su presencia en caso de ser requerida.

En las habitaciones, camas revueltas, enseres de cocina usados, una botella de aceite, alguna toalla o sueltas prendas de ropa son los testimonios mudos de la presencia de esos okupas, que aguardan pacientes al final de la jornada de los operarios desde las escaleras y aprovechan el agua de la piscina como recurso ante la mirada del gestor del apartahotel.