David Serrato, Irene Villa, el padre Ángel, Belén Blanco, Juanjo Fraile, Lara Fraile, María Fraile y Sofía Fraile. | Esteban Mercer

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Talentya ha sido más que nunca un encuentro de talentos, pero de los de verdad. Es increíble lo que consiguen Juanjo Fraile y Belén Blanco, este año, llevan 15, ayudados de forma magistral por su magnífica hija, Lara Fraile Blanco, que promete superar a sus padres en todo. Las otras dos, gemelas de once años, apuntan maneras, así que el futuro esta asegurado.

Esta familia con casa palacio en Palma decidió invitar a amigos o conocidos a pasar unos días en Mallorca con la condición de que vinieran a la Isla sin saber qué les esperaba. Y les espera, cada año, una reunión de grandes entre los más grandes, de todos los sectores, dispuestos a compartir sus experiencias vitales en charlas que resultan un regalo inesperado. Cené al lado del padre Ángel y pude descubrir al hombre santo que alberga ese cuerpo anciano pero sabio y ágil.

Nunca podré agradecer su generosidad. Fue la primera de las noches. En la segunda, celebrada en el restaurante Lume&Co, precioso por cierto, se entregaron los primeros premios Talentya, pero hubo una sorpresa inesperada para una de las premiadas, Irene Villa, que recibió el premio a la superación. Cuando llegó con su prometido todos los invitados les hicimos pasillo hacia su lugar de preferencia mientras sonaba el Aleluya en la voz de Susana Arbero y sobre un alto esperaban el padre Ángel, que bendijo su amor con palabras que les llegaron al alma, a todos nos llegaron al alma, y nos llevaron a la emoción más sentida.

Después Belén Blanco quiso leer el versículo 1 a los Corintios que reza (leéanlo por favor): «Si no tengo amor, de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo, y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy como un pedazo de metal ruidoso; ¡soy como una campana desafinada! Si no tengo amor, de nada me sirve hablar de parte de Dios y conocer sus planes secretos. De nada me sirve que mi confianza en Dios me haga mover montañas. Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que tengo. De nada me sirve dedicarme en cuerpo y alma a ayudar a los demás. El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable.

El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie. No es orgulloso. No es grosero ni egoísta. No se enoja por cualquier cosa. No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho. No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad. El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo». No fue una boda, pero podría haberlo sido, la más maravillosa de las bodas. La tercera noche fue de blanco y mucha música, maravillosa en todo, en las terrazas del palacio de congresos con la noche oscura del mar como fondo. ¡Qué maravilla!