Cuando era niño lo más bonito del día del libro era ir al banco a buscar el libro que cada año nos regalaban a los miembros de la familia. La biblioteca de Pollença estaba llena de grandes títulos gracias a la iniciativa de las entidades bancarias de entonces, fundamentalmente Sa Nostra, que era muy generosa.
Cuando me trasladé a Barcelona me fascinó la costumbre de regalar un libro y una rosa a amantes y amigos, y mi biblioteca siguió creciendo. Pasados los años y tras mis estancias en París y Madrid, donde abandoné algunos ejemplares muy añorados, y tras mi regreso a Mallorca llegué a acumular centenares de libros variopintos, muchos de ellos comprados en las librerías de Palma, o en sus calles.
Quien no me comprenda será incapaz de entender la variedad de títulos y lo diferente de los estilos que me apasionan. El Dia del Llibre es tan necesario como lo es mi biblioteca, almacenada en mi cerebro por la mejor bibliotecaria que es la memoria. Un libro impreso en papel es un libro de verdad, pero hay que saber elegirlo.
Estoy disfrutando con 'Un caballero en Moscú', sobre un señor obligado a vivir en un hotel, regalo de dos queridas amigas, con este libro inicio mi nueva biblioteca. Les cuento todo esto porque esto es Sant Jordi, un gran Sant i un gran dia en el que algunos de mis admirados presentaron sus libros.
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