Hay un hecho que definitivamente marca el punto álgido del verano mallorquín, y no es otro que la celebración del cumpleaños del empresario neoyorquino Omar Hernández, un ser excepcional, del que les hablaré en un rato, todos los años lo hago, pero este se ha superado a sí mismo, con creces. Ni la recepción en Marivent es capaz de opacar esta reunión que año tras año reúne a lo más cool y divertido de la sociedad nacional e internacional. Omar es, como les decía, un ser excepcional. Nacido venezolano, pronto se estableció en Nueva York donde junto a su pareja Guillermo Giammona, el más señor de todos los señores, con una clase innata que querríamos muchos, señor que es su apoyo fundamental en la vida y no sé si en los negocios, porque el caso, y ahí va lo importante, es que la pareja, más que consolidada, ha conseguido algo muy difícil, mantener el espacio de cada uno, sin que uno parezca querer intervenir en los asuntos del otro, aunque nunca les he visto separados. No sé si me explico.
Omar, con un físico de adolescente y una energía que no se acaba nunca, consiguió en pocos años crear el club más cool de la Gran Manzana, un local pequeñito en la zona más chic, donde se puede cenar de lujo, tomar copas y bailar como si los años veinte no hubieran desparecido jamás. Esa es la energía de nuestro anfitrión, la capacidad de crear sueños, y no solo nos los regala en New York City o Miami, también lo hace cada año en Mallorca, pues la elección del lugar siempre es mágica, la convocatoria siempre es sublime, la buena onda y la falta de altivez hacen que todos nos sintamos cómodos, y algo definitivamente muy importante, jamás escuché a la pareja criticar a alguien de nuestro entorno, afear una conducta, querer ser a toda costa el protagonista de cada historia social que se tercie sea en el lugar que sea.
Ahí está la clave de su enorme éxito como empresarios y con los amigos, que les queremos de verdad porque siempre están cuando hay que estar. Para que se hagan una idea, estando alojado en el hotel Plaza de Nueva York, bajé a la coctelería y el barman, muy amable, me preguntó dónde íbamos a cenar esa noche. Le conté que en la Ranita, en Omar's. Se quedó estupefacto, no daba crédito, no paraba de preguntar que cómo lo habíamos conseguido. Le dije que era amigo y el buen hombre casi se desmaya. Le admiraba hasta la devoción sin conocerlo.
Cumpleaños
Este año, el lugar elegido fue Son Marroig y el nuevo restaurante que frente a sa Foradada regenta Andreu Genestra, que dejó a todos alucinados con un menú a la altura de la ocasión. Antonio Sevilla, propietario de Son Marroig, se entregó también a la causa sin saber de quién se trataba, muestra de su dedicación absoluta al proyecto de vida que es mantener vivo Son Marroig y Miramar. Sevilla y su hija sugirieron tomar el aperitivo en el templete de los jardines que miran a sa Foradada. Fue un comienzo de fiesta bestial, el que puso el acelerador a lo que fue una noche fantástica. De los postres se encargó Maria Solivellas, que creó una tarta de Cardenal de Lloseta que entusiasmó a todos, no faltó la ensaimada, ni faltaron los grandes nombres.
Políticos en activo con cargo en Madrid, gente nacida famosa muy a su costa, artistas, empresarios de éxito muy queridos, la moda también estuvo presente, sobre todo en las damas que lucieron como nunca. ¿No sé por qué para ir a Marivent las señoras no se visten así? Tras los postres y el discurso de rigor del anfitrión, mientras era observado por un embelesado Guillermo, comenzó el baile, y de repente todo ese sueño que se repite año tras año acabó. Con un trozo de cardenal en mi nevera. Cristina Macaya inmortalizó el momento, vaya lujo. La adoro.
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