Es carismático. Y campechano, nada dado a las etiquetas sociales. En el trato rompe barreras. Ha andado muchos caminos y ninguno en vano. Pere Pascual (Inca, 1947) es arquitecto técnico (UB, 1969) y empresario. Ha diversificado sus intereses en la construcción, en la hostelería y en una industria tradicional y de prestigio como es Quely. Pere Pascual nació empresarialmente de la nada, aunque en la Inca de su juventud, quien era emprendedor no tardaba en tener su propia empresa. Sus padres poseían una aserradora. Y él ha continuado siendo "en Pere de la serradora", pese a que alzó el vuelo y se desvinculó del pequeño negocio familiar. Actualmente participa en el accionariado de Quely y preside un holding que engloba Viva Hotels (una sociedad que creó con Bartomeu Plomer y que dispone de 14 hoteles en Mallorca y 4 en el Caribe), Constructora de Explotaciones Turísticas (dedicada a la inversión y construcción inmobiliaria) y un despacho de arquitectura y gestión urbanística. Ha trasladado su centro de operaciones a la antigua fábrica de Calzados Melis, después de una restauración modélica. Paradójicamente, Pere Pascual está en el ojo del huracán de la conciencia cívica. El motivo lo hallamos en su interés por convertir Son Bosc (Muro) en un campo de golf. Si las excavadoras invaden el terreno ponen en peligro el hábitat europeo de la Orchis robusta, una orquídea que solo crece en s'Albufera. Imagino que el orquicidio no figura entre las preocupaciones básicas de Pere Pascual, un personaje de trato agradable y personalidad compleja. El año pasado llenó las calles de Inca de arte promocionando Urbanea. Y ha puesto en marcha la Fundació Es Convent, después de adecuar el edificio que albergara a las monges blaves. Allí tienen cabida un comedor social que da de comer a cien personas, y las oficinas de la OCB, de la Cruz Roja, del Projecte Home y de asesoramiento a la mujer maltratada. Le recuerdo una frase suya: soy constructor y hotelero, pero no sé si soy empresario o delincuente. Me responde:
Pere Pascual.- La pronuncié como consecuencia de un cierto desencanto. Nos critican tanto que uno llega a sentirse incómodo. Pese a ello no tengo queja de la opinión pública. Lo cierto es que ni hoteleros ni constructores hemos sabido vender una imagen positiva de nuestro trabajo.
Llorenç Capellà.- Rafel Borràs, de ComisionesObreras, me comentaba que, a excepción de Mallorca, en cualquier país del mundo la opinión pública está orgullosa de la industria nacional.
P.P.- Y es así. Por nuestra parte, puede que deberíamos haber hecho más aportaciones de tipo social y cultural. No lo sé... A veces, nos sentimos incomprendidos. Por otra parte no se da ningún tipo de acercamiento entre los agentes sociales y los ecologistas. Y se hace imprescindible. Nunca ha habido diálogo entre unos y otros.
L.C.- ¿Y a quién culpamos?
P.P.- A nadie en concreto, porque las culpas, si las hay, han de repartirse. Pero la Administración ha hecho muy poco para limar asperezas. ¿Por qué no vamos a sentarnos en torno a una mesa empresarios y ecologistas...? La Administración está en medio. Y nos separa.
L.C.- ¿Con qué interés...?
P.P.- Ninguno que pueda ser achacable a la malicia. Supongo que ni se ha planteado la posibilidad de concertar un diálogo serio a tres bandas.Y hablando se entiende la gente ¿no es así...? El proyecto del golf de Son Bosc ha vuelto a ser suspendido cautelarmente...
L.C.- ¿Y...?
P.P.- Pues que es un caso típico de falta de diálogo. Si se deniega la construcción, denegada está. Pero ¿no podían haber anunciado su protección hace quince años...? Qué interés tenemos nosotros, los promotores, en construir el golf precisamente en Son Bosc...? Podíamos buscar alternativas.
L.C.- En quince años, derecha e izquierda se han alternado en el Govern.
P.P.- De acuerdo, así lo han querido los electores y bien hecho está. Pero, al margen de que las instituciones pasen de unas a otras manos, los empresarios necesitamos que se nos delimite el campo de juego. O ea, que se consensúe lo que se puede urbanizar y lo que no. Años atrás, un grupo de inversionistas ideó crear un centro de alto rendimiento para atletas en Alcúdia.
L.C.-Ya veo que no se hizo.
P.P.- No pudo ser, lo que supuso un error de bulto porque necesitamos desestacionalizar el turismo. Pero, en fin, vuelvo a lo de antes. ¿No sería posible que se llegara a un acuerdo entre todos los agentes políticos y sociales para pactar un programa de crecimiento a diez años vista...? ¿Tanto pedimos...? Si no hay estabilidad, el capital se retrae.
L.C.- ¿Los empresarios se expresan con una sola voz?
“Fíjese en hostelería. No es lógico que tengamos la Federación Empresarial Hotelera y la Asociación de Cadenas Hoteleras. Aunque menos lógico, más allá de la doble representatividad, es que no aúnen voluntades.â€
P.P.- No.Y achaquémoslo al carácter individualista del mallorquín. Fíjese en hostelería. No es lógico que tengamos la Federación Empresarial Hotelera y la Asociación de Cadenas Hoteleras. Aunque menos lógico, más allá de la doble representatividad, es que no aúnen voluntades.
L.C.- Usted ¿a cuál de las dos está asociado?
P.P.- A ambas. Pero los empresarios estaríamos mejor representados si nos uniéramos. Además, evitaríamos complejos. Una patronal representa a los grandes y, la otra, a los pequeños. Y esto es malo, porque los intereses son los mismos. Queramos o no, todos tenemos que ir en una misma dirección.
L.C.- Hábleme del ladrillo.
P.P.- ¿Qué quiere saber...?
L.C.- Zapatero rectifica. Ahora considera que tiene que ser uno de los sectores básicos para la recuperación de la economía.
P.P.- Ya lo es. La construcción ha dado trabajo a muchísima gente, pese a la inseguridad jurídica a la que tenemos que enfrentarnos. Hasta ayer mismo, en Mallorca, ni siquiera disponíamos de un Plan Territorial... ¿Y cuántos años llevamos de democracia...? ¿Treinta...? ¿Treinta y cinco...?
L.C.- ¿Y a quién culpamos del retraso?
P.P.- Ya se lo he dicho: a todas las partes implicadas, porque las culpas han de repartirse. Y conste que no echo balones fuera. Reconozco que la ambigüedad legislativa en materia de urbanización ha fomentado la picaresca empresarial y el abuso del cemento. Por esto le insisto en la necesidad de una ley clara y respetada por todos. Yo quiero trabajar con normativas en la mano. No exijo nada del otro mundo.
L.C.- Pero reconoce que se han cometido disparates.
P.P.- Claro que sí. ¡Faltaría más...! Hay zonas costeras absolutamente destrozadas. Ahora bien, cuando en la década de los cincuenta se empezó a construir desordenadamente, la opinión pública apoyaba el desarrollismo incontrolado. Se lo digo, porque tenemos núcleos turísticos irrecuperables o de difícil recuperación, que ahora no crecerían como crecieron. Pero, en aquellos momentos, todos asociábamos el ladrillo a la riqueza y al progreso.
L.C.- Le advierto que está sacando el orgullo de clase.
P.P.- No, qué va. Me limito a comentar lo vivido... Me avergüenza el urbanismo salvaje. Pero también le recuerdo que la Administración ha carecido de agilidad para consensuar normativas. Por ejemplo, disponemos de leyes, ya aprobadas, como la de los campos de golf, y aún no sabemos a qué atenernos. Y pasan los días, las semanas y los meses... Aunque no quiero ser negativo. Se han hecho cosas positivas.
L.C.- ¿En cuál de ellas está pensando?
P.P.- En el llamado Decreto Cladera, que posibilitó el desarrollo armónico de la Platja de Muro. ¡Pero Jaume Cladera dejó de ser conseller de Turisme en el noventa y tres...! Así que... El decreto de medidas urgentes de Miquel Nadal ha podido servir, pero se ha quedado paralizado en los ayuntamientos...
L.C.- Atienda. Diga lo que diga el gobierno español, la construcción no puede recuperar el auge anterior a la crisis.
P.P.- Ya lo sé. En Palma, concretamente, debería reorientarse hacia la rehabilitación de barrios antiguos tal como se ha hecho en Barcelona o Valencia. Y en cierta forma el proyecto de reforma de la Platja de Palma apunta en esta dirección... Se han de rehabilitar las calles, las fachadas... Aunque falta subvención estatal. El presidente Zapatero ha subvencionado la obra pública a través de los ayuntamientos. Y haga balance: el 80% se ha invertido en maquinaria, y el 20% en mano de obra. Si este dinero se invierte en subvencionar en un 50% el embellecimiento de las fachadas, por ejemplo, diversificaríamos la oferta laboral y crearíamos más puestos de trabajo.
L.C.- ¿Usted aceptaría trabajos de rehabilitación?
P.P.- No me lo he planteado, pero supongo que sí. Estamos en crisis. Y, cuando hay crisis, se prioriza el pago de las nóminas. Afortunadamente, he ido sorteando satisfactoriamente todos los baches. Si me quedan pisos por vender, los alquilo. No me quitan el sueño. Lo perdería, al sueño, si no pudiera hacer frente a los gastos de personal. En Mallorca, mis empresas cuentan con 1.800 personas asalariadas. Y en el Caribe, con unas cinco mil. Para mí es una responsabilidad muy grande.
L.C.- Usted ha hecho fortuna. ¿Marea el dinero?
P.P.- No lo he comprobado. Tan pronto me llega al bolsillo, lo invierto, incluso asumiendo un cierto riesgo. Los beneficios son proporcionales al riesgo. Y a veces arriesgo, aunque juiciosamente. La erótica del poder, en mi caso, reside en comprobar que puedo crear más trabajo y repartir más jornales.
L.C.- ¿A qué moral se afilia...? ¿A la del cristiano o a la del marxista?
P.P.- Ni a la una ni a la otra. Yo invierto en ladrillos. Y quiero seguir creciendo empresarialmente. Tengo compañeros que al llegar a la cuarentena consideraron que tenían que tomarse la vida con más calma.Yo no.Yo salgo de casa a las siete de la mañana y vuelvo a las nueve o a las diez de la noche. Ceno ensalada y leo los periódicos con detenimiento. A veces me digo que debería moderar la actividad, porque tengo cinco nietos que son mi vida y quisiera pasar más horas a su lado. Pero no lo hago.
L.C.- ¿Por qué ha invertido en Quely?
P.P.- ¿Y por qué no iba a invertir...?
L.C.- Porque representa un tipo de industria que se maneja con criterios diferentes a los de la construcción o la hostelería.
P.P.- Es cierto. Mire, la familia Domènech me brindó su confianza al aceptarme en el accionariado y yo les estoy muy agradecido...
L.C.- Pero no invirtió en su empresa por esta única razón.
P.P.- Por supuesto. Lo hice porque es prudente diversificar las inversiones. Soy muy reflexivo. Si he de tomar una determinación seria, de las de cara o cruz, procuro desconectar unas horas o unos días. Me reúno con los amigos, los de toda la vida, los que me quieren, y hablo con ellos de cualquier cosa ajena a mis cavilaciones. Después lo veo todo claro.
L.C.- ¿Cuántos amigos tiene?
P.P.- Muchos. Porque cada día añado alguno a la lista, pero conservo los de siempre. Mi padre era dueño de una aserradora. Y yo, para la gente de Inca, soy "en Pere de la serradora". Me gusta ir a los cafés de siempre, recorrerme la ciudad...Y si la gente me reconoce y me saluda, ya me vale. Me siento protegido.
L.C.- Me ha comentado la necesidad de desestacionalizar el turismo.
P.P.- Es algo inaplazable. Precisamos de una oferta complementaria con alicientes suficientes como para ganar el tirón a otros destinos turísticos. Le insisto en lo que ya le he dicho, aunque peque de repetitivo. Necesitamos establecer las bases de un gran pacto social que trasmita seguridad al sector. Puesto que no hay aquí, seguridad jurídica, los empresarios invierten en el Caribe.
L.C.- No me diga que en el Caribe la hay...
P.P.- No se lo diré. En realidad, allí no hay nada reglamentado, pero tanto los estamentos públicos como la sociedad acogen a los inversionistas extranjeros con los brazos abiertos. Quieren crecer. Y quieren crecer bien. Los ambientalistas vigilan el ladrillo.
L.C.- ¿Los ambientalistas...?
P.P.- Sí. Es una figura jurídica, la del ambientalista, que aquí no se da. El permiso de edificación no solo depende de un arquitecto, sino de un equipo en el que se hallan integrados biólogos, historiadores, médicos... Ojalá tuviéramos algo así en Mallorca.
L.C.- ¿Se aprobaría el golf de Son Bosc?
P.P.- No lo sé. Pero ¿no le parece que debemos desdramatizar el tema Son Bosc...?
L.C.- Hágalo usted.
P.P.- Es muy sencillo. Si el golf no se puede hacer allí, que se nos diga dónde. Amo la naturaleza como cualquier ecologista. Y acepto lo que diga la legislación. Ahora bien, dialoguemos. Un campo de golf no es un capricho, sino una mejora real de la oferta complementaria de la zona.
L.C.- Cuando por la mañana salta de la cama ¿qué le viene a la cabeza?
P.P.- La construcción, porque es el sector que más ha notado la crisis. Pero ya he vivido lo suficiente como para distanciarme de los problemas. He conocido otras crisis. Y las hemos superado. Esto me tranquiliza.
L.C.- ¿Qué más le tranquiliza?
P.P.- El mar. Salgo a navegar y desconecto de los problemas. Es como si se parara el reloj. Pienso en todo sin apremios.
L.C.- Puestos a pensar ¿ha pensado en adquirir una tumba?
P.P.- Dispongo de una. Pero visito poco el cementerio, porque el recuerdo de la gente que quise viene siempre conmigo. No me pierdo en la contemplación. En mis tiempos de estudiante, en Barcelona, solo regresaba a Inca por las fechas previstas. O sea, Navidad, Pascua y verano. Quiero decir que la familia me añoraba. Pero a mí me tiraba la calle. Me esperaban los amigos, el cine, qué sé yo... Aunque algo de casa se me pegó.
L.C.- ¿El qué...?
P.P.- El ejemplo de mis padres. Ambos trabajaban en la aserradora. No sé cuántas horas. Todo el día... Si suspendía alguna asignatura, porque alguna suspendí, me asaltaban problemas de conciencia. No se merecían que les fallara.