Viste a su aire y fuma tabaco de liar, Cutters Choice. Es franca, individualista. Mariam Almau (Buenos Aires, 1986) es diseñadora de moda y otras muchas cosas. Hace trabajos de estilismo y de peluquería, y diseños para perfomances. El pasado año presentó su primera colección en el centro Riskal, en Palma, y en la pasarela Stop Fashion, en A Coruña. Moda, horterismo y libertad Mariam Almau debutó en las pasarelas con una colección de título enigmático, "Fishes on the ground", pues debe traducirse por "Peces en tierra" o "Peces fuera del agua". Mariam Almau diseña, según sus palabras, para gente con personalidad. Quiere decir, con ello, que sus vestidos son para las mujeres que se sienten identificadas con su hacer. Mariam Almau se resiste a creer en la moda masificada, pero la moda genera un movimiento impresionante de capital y precisa llegar a los grandes mercados, aunque sea practicando la política del low cost. Los grandes diseñadores coinciden en afirmar que la moda es libertad, pero es todo lo contrario. El verano 2010 pondrá en circulación los estampados florales, con predominio de la seda en colores potentes como el verde, el amarillo, el azul, el fucsia y el rojo. Esto en cuanto a ropa femenina. En ropa masculina los horteras están pendientes de Maradona y del Mundial de Sudáfrica. Los aficionados argentinos han decidido que Dios (o sea, Maradona, el mismo que mandó a la prensa "a chuparla") necesita sustituir el chándal por un traje. Y han convocado un concurso para diseñarle uno que se adapte a su forma de ser, de modo que hay muchas posibilidades de que sea de color calabaza. Luego, después del Mundial, está previsto subastarlo (al traje, no a Maradona) para invertir el dinero en ayuda humanitaria. Pero todo
esto ya es harina de otro costal. Mariam Almau no siente simpatías por Maradona. En su búsqueda de formas y de colores ambiciona la exquisitez. Aún no ha entrado en la rueda consumista. Porque en contra de sus deseos, la moda es consumismo. O influye en las tendencias consumistas, ya que las clases medias no son muy dadas a los cambios. Las cuarentonas se miran en Leticia Ortiz. Y las camisetas publicitarias salvan el verano a los varones de cualquier edad. La moda como expresión de libertad la exigen las veinteañeras. Que no cambien, Hablo por hablar. Le digo que Buenos Aires queda muy lejos. Me responde:
Mariam Almau.- Al otro lado del mar o de muchos mares. Y no solo Buenos Aires, sino Pergamino, que es la ciudad de donde provengo. Mi familia llegó a Palma en 2002. Me costó adaptarme al cambio.
Llorenç Capellà.- Tenía usted dieciséis años.
M.A.- Una edad en la que se da mucho valor a la amistad. Y yo había dejado a mis amigos en Pergamino. Afortunadamente mis padres me enviaron allí para que acabara el bachillerato. Regresé a Mallorca para estudiar moda en la EDIB.
L.C.- ¿Era su vocación?
M.A.- De toda la vida. De pequeña confeccionaba vestiditos para las muñecas. Y con trece años asistí a unos cursos de peluquería. Lo tenía claro. Aunque no supiera expresarlo con palabras sabía que mi misión en la vida consistía en aportar belleza al mundo.
L.C.- No cabe duda: por la trascendencia de sus frases es usted argentina.
M.A.- Se me nota. ¡Claro que sí...! Todos los argentinos somos un poco poetas y otro poco filósofos. Pero es algo que nos sale del alma, no lo hacemos adrede. Ni siquiera copiamos de los grandes escritores. Yo leo muy poco. Todos los argentinos citan a Borges y yo no lo leí jamás.
L.C.- Léalo.
M.A.- ¿Usted cree...? Soy muy inquieta, me cuesta concentrarme.
L.C.- Hábleme de la Argentina que dejó.
M.A.- Era tranquila. Y agradable, aunque en casa no sobraba el dinero. Pero allí no se va al ritmo europeo. La moda está en Europa. En París y en Milán. Y en Londres, aunque sea desde una perspectiva underground. Quiero decir que París y Milán apuestan por una línea más clásica.
L.C.- ¿Y usted pasa de lo clásico?
M.A.- No, pero es evidente que mi estilo se alimenta en otras fuentes. Mis diseños son circenses y futuristas con toques barrocos. Me encantan los volantes y los colores fuertes. El rojo, el verde, el negro... Prescindo totalmente de colores como el beige o las tonalidades pastel. Son demasiado correctos, propios de la niña bien.
L.C.- En su caso ¿la apuesta por el color es una apuesta por la vida?
M.A.- Totalmente. Tengo cantidad de energía y procuro reflejarla en el color. Luego visto unas ropas más o menos llamativas según el estado de ánimo de cada momento. Al fin y al cabo, el vestir es libertad. A veces me recomiendan que me modere. Y yo respondo para qué.
L.C.- Eso. ¿Para qué...?
M.A.- Reniego de los prejuicios, porque son espejo de la falsedad humana. Tampoco comparto la frivolidad del mundo de la moda. Me gusta mi trabajo, pero no el ambiente que lo envuelve. Hay un exceso de amiguismo, de componenda...Tengo presente que se han de hacer concesiones, no crea. Y las haré. No obstante, no estoy dispuesta a cambiar mis principios básicos. Una ha de andar por la vida siendo como es.
L.C.- ¿Europa viste como piensa?
M.A.- ¡No! Le falta naturalidad. Fíjese en los adolescentes: todos parecen muñecos salidos de la misma fábrica. Y ello se debe a que la ropa no refleja su personalidad. Es absurdo ¿no...?
L.C.- Supongo que sí.
M.A.- La ropa, más que la expresión de uno mismo, pasa a ser un disfraz que disimula su verdadera forma de ser. Y yo me rebelo contra esto, porque si se es joven no se puede ser parte del engranaje del sistema. ¡Si ahora todos visten pantalones pitillos...!
L.C.- No se enfade.
M.A.- No me enfado. Me apasiono. Estamos en una sociedad no pensante. Seguimos la dirección que nos indica la flecha...
L.C.- ¿Cuándo canta?
M.A.- ¿Cuándo canto...?
L.C.- Sí. ¿Le gusta cantar?
“ Y no crea que siempre se me llevan los demonios, tengo buen carácter. Lo que pasa es que soy espontánea y no sé mentir. Cuando algo me gusta se me ilumina la mirada.â€
L.C.- ¿Le gustan los uniformes?
M.A.- No. Pero hay profesiones que necesitan identificarse. Es lógico que la policía vaya uniformada. Ahora bien ¿por qué el oficinista tiene que vestir traje oscuro y corbata...?
L.C.- Dígamelo.
M.A.- Yo pondría color a los trajes. ¿Por qué el presidente de un consejo de administración no ha de vestir de rojo...? Es la actitud lo que define la jerarquía. En cambio, ya ve, nos pueden los prejuicios. ¿El presidente...? De gris o de negro.
L.C.- ¿Qué le inspira a usted?
M.A.- El día. Aquello que pienso o siento en cada momento. ¿Qué casualmente coincido con las tendencias de moda...? Pues, vaya, es una maravilla. Pero no busco la coincidencia. Yo busco belleza y comodidad, porque la moda, la auténtica moda, la dicta uno mismo. Qué horror la gente que viste de forma diametralmente opuesta a cómo piensa.
L.C.- ¿Qué hace de noche?
M.A.- Estoy en casa. He sido noctámbula. Y me gusta, como todos los noctámbulos, levantarme tarde. Pero estoy cambiando los hábitos. Será por cuestión del trabajo... Además puedo estar muchas horas callada, no necesito hablar. Y aún así estoy conectada a facebook para saber de mis amigos de Argentina.
L.C.- ¿Siente añoranza?
M.A.- Ya no. Pero cuando nos vinimos para acá tuve el convencimiento de que me arrancaban algo de muy adentro. Sin embargo, ya le digo, ahora soy de aquí y de allí. Y no me arrepiento de haber emigrado porque Europa es un mundo más abierto, con mayores posibilidades de trabajo y de realización personal.
L.C.- Le hablo de su Argentina. La pasada semana la justicia condenó a veinticinco años de cárcel a Reynaldo Bignone.
M.A.- ¿El que fuera presidente...?
L.C.- Y dictador. Formaba parte de la Junta Militar.
M.A.- Pues si le han condenado, perfecto. Aborrezco a los dictadores. ¿A qué viene imponerse a los demás por la fuerza...? El arma más potente de la persona es la palabra.
L.C.- Supongo que estará de acuerdo si le digo que la forma de vestir refleja la ideología.
M.A.- Claro que sí. Basta con ver las tribus urbanas para saber de qué pie cojean. Hay excepciones, pero un hippie normalmente será más liberal que un señor con traje gris y corbata. Y ni qué decir tiene que usan corbata las derechas y las izquierdas, aunque la asociamos a las derechas.
L.C.- Entre el hippie y el señor con corbata, se interpone la sotana.
M.A.- Supongo que los curas son de derechas, pero no me preocupa. La Iglesia pierde influencia social porque el mundo se renueva y ellos, los curas, continúan predicando sus mismas historias. Han quedado en fuera de juego. Aunque allá se las compongan.
L.C.-...
M.A.- Yo paso de los extremismos. Y de los dogmatismos. ¿Quién me va a decir cómo es Dios...? Cada persona lleva a Dios en su conciencia.
L.C.- ¿Junto a sus mitos?
M.A.- No sé. Cada cual sabrá... El Che fue un mito para muchísimos argentinos y, para mí, no.
L.C.- Igual, para usted, lo fue Maradona.
M.A.- Ni en sueños. Odio a Maradona y odio lo que representa. No es un dios ni lo será nunca. Y lo mismo pienso de Messi. Aunque Messi me cae simpático. No es chulo ni engreído. Se le confunde con un muchacho corriente.
L.C.- ¿Cómo ocupa su tiempo libre?
M.A.- Soy una consumidora de películas. Y me paso muchas horas en casa, con los amigos. Y con mis gatos. Micho es gris y blanco, una preciosidad. Y Lola, atigrada en gris.
L.C.- ¿Gato igual a soledad?
M.A.- Ni pensarlo. El gato simboliza la amistad. Está a tu lado cuando él quiere estar y no cuando vos querés que esté. ¡Esto es magnífico...! Aunque te quiera, es independiente, libre. Y ya le digo, es un compañero, no una mascota. Micho duerme conmigo. Para dormir, le abrazo.
L.C.- ¿Cada persona es un mundo encerrado en sí mismo?
M.A.- Supongo que sí. Llevo ocho años en Mallorca y los amigos de Buenos Aires o de Pergamino me quedan lejos. Así que me tengo a mí.
L.M.- ¿No ha hecho amigos, en Palma?
M.A.- Muchos. Y son parte de mi vida. Pero hay momentos en que la cabeza se me va lejos, a la infancia, y entre el pasado y el presente siempre habrá irremediablemente un vacío.
L.C.- ¿Qué valor tienen los recuerdos?
M.A.- Los contemplo con un cierto recelo. Pueden ser muy bonitos, incluso pueden ayudarte a vivir. Pero si van asociados a la melancolía, te vencen. Le das vueltas y vueltas a un recuerdo... La gente de Buenos Aires es de carácter más abierto que la de Mallorca. Allí llamas a la puerta de un amigo y le dices vengo a tomar mate. Y ya está.
L.C.- ¿Toman mate...?
M.A.- Y sin hablar. Si el amigo mira una película, miras la película con él. Y ya está. Después te vas. O te quedas. No es necesario parlotear para entenderse. Yo, si me llevan en coche, no hablo. ¿Para qué...? ¡Miro! Contemplo. ¿Me explico...? Interpreto el mundo a través de lo visual. De los colores, de las formas... Lo que no es harmonioso me molesta a la vista.
L.C.- Hace moda en su acepción más amplia...
M.A.- Me interesa el diseño en todas sus formas, aunque los amigos me animan a que pruebe de centrarme en el vestuario teatral. Los diseños, en el teatro, se pueden distorsionar o exagerar. Y quienes me conocen saben que apuesto por la exageración. Me gusta remarcar el sentido de las cosas.
L.C.- ¿Y qué hay de exagerado en usted?
M.A.- Los estados de ánimo. A veces estoy eufórica, otras super baja. Y sin motivo que lo justifique. Pero controlo. Siempre controlo. Eufórica o baja ¿adivina cuál es, en casa, mi rincón favorito?
L.C.- Ni queriendo.
M.A.- El sofá, junto a mis gatos.
L.C.- Y si voy a su casa ¿dónde descubriré las zapatillas?
M.A.- Debajo de la cama, se lo aseguro. Me exijo orden. Siempre tengo las habitaciones en orden y si he de recibir visitas pongo flores. No tengo secretos. Ni siquiera soy fetichista. Hubo un tiempo en que tuve cajas llenas de collares y de pendientes muy grandes. Ya no las tengo.
L.C.- Si un vidente le observa la palma de la mano ¿qué leerá?
M.A.- Que la línea de la vida se me corta bruscamente.
L.C.- ¿Y eso...?
M.A.- Significa que tendré una vida corta, de modo que procuro vivirla con mucha energía. Cuando hablo de futuro se me vienen a la cabeza las mil cosas que tengo ganas de hacer. Y me digo que no tendré familia ni hijos. La moda obliga a viajar constantemente. Y para viajar se precisa libertad.
L.C.- Vale.
M.A.- La vida corta no es un problema. ¡Ya me dirá...! Con tantas catástrofes naturales como hay en el mundo ¿quién puede asegurar que la tendrá larga? Así que yo a lo mío. Continúo luchando por lo que ambiciono. L.C.- Sitúe el dinero entre sus ambiciones.
M.A.- ¿Para qué lo quiero...?
L.C.- Yo que sé. Para comprarse pendientes grandes.
M.A.- No hace falta, salen baratos. Dinero... ¡dinero! No sueño con el dinero. Aunque el dinero son medios. Y dinamismo me sobra. Medios, no.
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Mariam Almau: «Tengo cantidad de energía y procuro reflejarla en el color»
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