Miquel Àngel Vidal | M. À. Cañellas

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Se define como un trabajador incansable. Y no se marca un farol porque en 2010 ha añadido tres nuevas publicaciones a su currículo. Miquel Àngel Vidal (Binissalem, 1962) se licenció en Filología Hispánica (UIB, 1986) y es escritor. Acaba de ponerse a la venta la traducción al inglés de una de sus novelas, El jardí de les Hespèrides. Hablamos el último día del año. Le comento que al día siguiente la electricidad habrá subido casi un 10%. Me responde:
Miquel Vidal.- Estamos atravesando una época, en lo económico, muy dura. Y lo peor es que no se ven perspectivas de futuro. Por otra parte, cerramos el siglo XX con un desplome espectacular de los valores de siempre, del humanismo... Además, el sistema capitalista ya lo ha dado todo de sí. Se halla colapsado. Quienes mandan están obligados a buscar una alternativa.
Llorenç Capellà.- Igual nos proponen volver al sistema feudal.
M.V.- No lo desearía. Pero necesitamos un cambio, aunque sólo sea para generar nuevas esperanzas. El Renacimiento fue la respuesta positiva a la Edad Media. ¿Por qué no podemos aspirar a un cambio parecido, en el que primen la cultura y las artes, sin que se produzcan traumatismos sociales...? Actualmente, el destino del mundo está en manos de los banqueros.
L.C.- ¿Y le preocupa?
M.V.- Usted dirá. Me preocupa, no sólo por el mal reparto de la riqueza, sino porque los engranajes de la sociedad son lo suficientemente complejos para que no puedan manejarse desde uno o varios despachos.Y la prueba está en que desde la caída del Muro de Berlín la sociedad occidental no vive mejor. El dinero se gana en Wall Street, no en las fábricas. Y esto no es lógico.
L.C.- ¿Su novelística, es respetuosa con la realidad estricta?
M.V.- ¿Se refiere a mis novelas históricas...?
L.C.- Por ejemplo.
M.V.- Respeto lo que constituye el marco histórico, pero toda biografía o historia real deja espacios para que el novelista la interprete. El jardí de les Hespèrides narra la aventura humana de Cristòfol Colom a bordo de la Santa María, cuando el descubrimiento de América. Yo no puedo afirmar que Colom pisó tierra un trece de marzo, en vez de un doce de octubre, pero sí puedo contar que durante el viaje padeció fiebre, pasó frío o tuvo sueños eróticos. Todo ello es legítimo. ¿Era cómo Graves lo describió, el emperador Claudio...? No nos importa. Es el Claudio de Graves.
L.C.- ¿Cómo es su Cristòfol Colom?
M.V.- Ambicioso, tenaz. Es niño y genio a la vez. Y es soñador.Y humano. A veces no puede evitar que las dudas o la desconfianza le dominen. Cuando pisa tierra recela de los hermanos Pinzón por si pretenden arrebatarle la gloria... Tampoco sabe si, de regreso a España, los Reyes van a recibirle cordialmente.
L.C.-...
M.V.- Su estado anímico es muy natural. Pudiendo disfrutar de la gloria, teme perderla. La persona, cualquiera que sea, jamás consigue la felicidad absoluta, porque ante cualquier situación positiva alimenta desconfianzas, a veces sin motivo alguno que las justifique.
L.C.- No toda su novelística puede calificarse de histórica...

Soy un lector apasionado de los grandes narradores rusos del siglo XIX. Y de los Stendhal, Flaubert... De ellos proviene mi predilección por las novelas de personaje y por contar historias”

M.V.- Me encuentro cómodo en la psicológica. Soy un lector apasionado de los grandes narradores rusos del siglo XIX. Y de los Stendhal, Flaubert... De ellos proviene mi predilección por las novelas de personaje y por contar historias. De todas formas, la mayoría de escritores actuales somos agenéricos. Nos caracterizamos por la heterogeneidad de nuestra obra. Se ha escrito que en L'escriptora de best sellers hice novela negra...
L.C.- ¿Y no es cierto?
M.V.- Probablemente no. Aunque no me preocupa, porque los novelistas nos limitamos a contar historias, y las contamos para los lectores. Porque esta es otra de las características de nuestro trabajo. El poeta puede escribir para sí mismo, pero el narrador ha de pensar siempre en el lector. La literatura catalana cuenta con grandes escritores que han tenido muy clara esta máxima.
L.C.- ¿Por ejemplo...?
M.V.- Baltasar Porcel, Jesús Moncada, Jaume Cabré... Los tres han escrito para el lector, sin que ello fuera en menoscabo de la calidad de sus obras. ¿Qué hacían nuestros abuelos, las noches de invierno, junto a la chimenea, más que contar historias...? ¿Y las hubieran contado si los nietos no hubiéramos estado pendientes de sus palabras...? No. La literatura oral es el precedente de la novela. De niño me deslizaba en la cama de mi abuelo, los domingos, cuando aún no se había levantado, para que me contara las rondalles de mossèn Alcover. Se las había aprendido todas. ¡Y apenas sabía leer y escribir...!
L.C.- ¿Recuperó, usted, la costumbre, con sus hijos?
M.V.- Sí. Pero se las leía, no las recitaba de memoria. E igual entre su versión y la mía había cambios substanciales, porque él improvisaba y yo me ajustaba a lo que decía el libro. La letra impresa queda, es inamovible. Soy un escritor tardío, no porque me pusiera a escribir en la edad madura, sino porque la letra impresa me provocaba un respeto imponente. Nos sobrevive.
L.C.- Usted no sólo escribe novela, sino también teatro.
M.V.- Porque hay historias que reclaman un género concreto. Por ejemplo, El conyac de Voltaire fue inicialmente una narración, pero me di cuenta de que precisaba un tratamiento dramático. Y la adapté al teatro. A mí me interesa un teatro crítico, pero que cuente una historia. Así que escribo teatro narrativo. Por esto soy un lector reverencial de Shakespeare, de Brecht, de Miller...
L.C.- Su dramaturgia no ha sido representada...
M.V.- Ni la mía ni la de otros dramaturgos con una trayectoria consolidada. ¿Qué pasa...? Pues que los directores no están interesados en representar el teatro de autor. Prefieren dirigir sus propios montajes o se apuntan a un Chéjov o a cualquier otro clásico. El autor vivo no les interesa, tal vez porque no les permitiría modificar el texto a su antojo. En cualquier caso, necesitamos un Jordi Galceran que llene los teatros. Sería la manera de romper la tendencia actual...
L.C.- ¿Por qué vamos a suspirar por un Galceran si Galceran ya existe?
M.V.- Me refería a un Galceran mallorquín, porque desgraciadamente la dramaturgia catalana, y la literatura en general, se está regionalizando. Aunque la lengua sea la misma, Catalunya tiene sus autores, y el País Valencià y las Illes Balears los suyos.
L.C.- ¿Y esta anormalidad...?
M.V.- Está ahí y no seré yo quien la niegue. El Estado ha puesto especial empeño en que cada territorio de habla catalana segregue su propia cultura y lo está consiguiendo. No hemos sabido vertebrarla.
L.C.- ¿A la cultura...?
M.V.- A la cultura, claro. Blai Bonet, pese a que nadie pone en duda su calidad, no goza, en Catalunya, del reconocimiento que se merece. E igual pasa a la inversa. L'Any Maragall ha pasado prácticamente desapercibido en Mallorca. Ya le digo, España se está saliendo con la suya que no es otra que dividir la cultura catalana en culturas locales. Ni tan siquiera tiene interés en traducir los escritores catalanes al castellano.
L.C.- Últimamente el número de traducciones ha aumentado.
M.V.- Pero falla el lector. Con sólo saber que el autor es catalán ya no se interesa por el libro. Le pongo un ejemplo: Jaume Cabré lleva vendidos trescientos cincuenta mil ejemplares, en alemán, de Les veus del Pamano. Y de la versión castellana, poquísimos.
L.C.- El jardí de les Hespèrides, en inglés...
M.V.- Es mi primera incursión en lengua extranjera. Ha sido traducida y editada por Pierre Vandelac, un traductor con experiencia, aunque se ha especializado en traducir del inglés al francés y viceversa. Sostiene que mi novela puede tener muy buena acogida en el mercado norteamericano y en el asiático. Me habla de beneficios astronómicos.
L.C.- Dígamelos.
M.V.- Casi ni me atrevo porque los considero descabellados. Pero considera que en unos pocos años puedo ganar ciento ochenta mil euros. ¡Una fortuna...!
L.C.- Lo es.
M.V.- Sobre todo si tenemos en cuenta que las ediciones, en catalán, no suelen superar los dos mil ejemplares. Pero, si lo dice... Lo importante es ser traducido, y yo he aprovechado mi oportunidad. Las literaturas europeas son muy ombliguistas, y difícilmente incorporarán la literatura catalana en bloque.
L.C.- El boom de la novela de los países nórdicos le contradice.
M.V.- Es cierto. Pero es una excepción. ¿Cuántos escritores búlgaros son conocidos en España o en Catalunya...? Y diez años atrás ¿quién conocía la literatura que se hacía en Suecia...?
L.C.- ¿Para qué sirvió la presentación de la literatura catalana en Frankfurt?
M.V.- Para ganar prestigio internacional, para hacernos oír... Claro que luego lo dilapidamos. O el Estado nos arrincona. Las nuevas ediciones de las Converses literàries a Formentor están diseñadas para favorecer la literatura española. Cela, en cambio, en los años cincuenta y gobernando Franco, tenía en cuenta la literatura catalana. Invitaba a Foix, a Blai Bonet, a Carles Riba...
L.C.- ¿Cuánto tiempo duerme?
M.V.- Con seis horas al día tengo más que suficiente. Y escribiría las dieciocho restantes. No concibo la vida sin trabajar. Tal vez porque disfruto escribiendo.
L.C.- ¿Sí...?
M.V.- Tanto que considero la literatura como parte de mi familia. Mi esposa, mis hijos, mis libros... He ahí mis amores. Los personajes que he creado no mueren al poner punto final a una historia. Vienen siempre conmigo.
La traducción al inglés de El jardí de les Hespèrides no ha cristalizado a través de los caminos habituales que brindan el Institut Ramon Llull o el Institut d'Estudis Baleàrics, sino por iniciativa de Pierre Vandelac, un ciudadano canadiense, traductor de profesión. Y gracias, también, a la casualidad. Vandelac pasó quince, de los primeros veinte años de su vida, en Cala d'Or. Su madre conoció a Errol Flynn en un casino de la Costa Azul y lo acompañó en un viaje por el Mediterráneo, a bordo del Zaca. Pusieron rumbo a Mallorca. Y cuando se acabó el idilio ella decidió que esta era una buena tierra para vivir, dada la cotización a la baja de la peseta respecto al dólar. Y se instaló aquí con sus dos hijos, casi párvulos. Veinte años después, Pierre Vandelac regresó a su país de origen, Quebec. Y se especializó en la traducción de textos del francés al inglés y viceversa. Hace poco más de un año leyó la sinopsis de El jardí de les Hespèrides en la página web de Editorial Moll -que había publicado la novela en 2008- y se interesó por traducirla al inglés. Tanto por el tema (el primer viaje de Cristòfol Colom a América) como por el planteamiento argumental de Miquel Àngel Vidal, creyó que podía agradar a un amplísimo sector de lectores. Y además de traducirla, decidió hacerse cargo de la publicación. Ha sido, por tanto, el primer libro de Calador.org Publishing. La edición impresa ya está en las librerías. Y en unas semanas también podrá adquirirse por internet.