Ricard Terradas | Joan Torres

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Aparenta menos edad de la que tiene. Y su mirada refleja bondad y ternura. Por su expresión, es el chico bueno que todas las madres adoran. Ricard Terradas (Palma, 1976) se licenció en filología catalana (UIB, 2001), y realizó estudios de piano y de pedagogía musical. Dirige la Escolanía de Lluc. Y acaba de publicar con los Blauets 20 cançons tradicionals, un CD de ONA Edicions.

Le comento que es la primera vez que los Blauets graban canciones no incluidas en el repertorio sacro. Me corrige:
Ricard Terradas.- No es así. Tenga en cuenta que uno de mis antecesores, el Pare Jaume Palou, adaptó muchísimos temas populares. Y lógicamente figuran en la discografía de la coral.
Llorenç Capellà.- Vale.
R.T.- El Pare Jaume Palou tenía una gran curiosidad musical, aunque componía pensando exclusivamente en los Blauets por lo que sus partituras son, a veces, difíciles. Ahora, por iniciativa de Rafel Riera, el organista de Lluc, estamos preparando la edición de los siete volúmenes que compondrán sus obras completas. Los dos primeros, que ya han sido publicados, recogen respectivamente las composiciones para órgano y las salves. El tercero incluirá los otros cantos a la Virgen.
L.C.- ¿Y los restantes...?
R.T.- Estarán dedicados a las misas profanas, a la Navidad, a la Semana Santa y a los gozos. Pero para su publicación estamos pendientes del Consell de Mallorca.
L.C.- De la subvención, imagino.
R.T.- Así es. Si nos confirma una ayuda igual a la que nos concedió para los primeros volúmenes no habrá problema alguno. No pedimos ninguna cantidad prohibitiva: dos mil quinientos euros para una edición de tres mil ejemplares que supone poner al alcance de los ciudadanos un legado musical importantísimo.
L.C.- ¿Ha sido usted el responsable de seleccionar las piezas que componen 20 cançons tradicionals?
R.T.- No, porque ya lo había hecho Baltasar Bibiloni, uno de nuestros mejores expertos en pedagogía musical. Mi trabajo ha consistido en adaptar las canciones a las características de la Escolanía. Han participado veintisiete voces.
L.C.- ¿Con qué experiencia se puso, usted, al frente de los Blauets...?
R.T.- ¿Me lo dice por mi licenciatura en filología catalana...?
L.C.- Claro. No deja de sorprender.
R.T.- Tal vez debí decirle que, desde niño, recibí estudios musicales y que con diecisiete años ya dirigía el coro de la Real.
L.C.- Ato cabos sueltos: los frailes del monasterio de la Real son de la misma orden que los de Lluc.
R.T.- Eso es. De manera que me propusieron dar el salto de uno a otro coro. ¡Imagínese...! Acababa de cumplir veinticuatro años, pero acepté sin parpadear. Ya sabe: si pasa el tren por delante de tu portal cógelo, porque no suele pasar dos veces...
L.C.- Usted se subió al vagón de un brinco.
R.T.- Y fue mi suerte. Porque la posibilidad de dirigir a los Blauets era todo un privilegio. Y un reto. En Lluc se vive por y para la coral. Ello significa que el director puede trabajar sin trabas de ningún tipo. Desde que acepté la propuesta no he tenido oportunidad de arrepentirme ni un solo día.
L.C.- ¿Ni siquiera el primer año...?
R.T.- Lo cierto es que cada cinco minutos me cuestionaba lo que estaba haciendo. No obstante, cuando conseguí superar los miedos me consideré la persona más afortunada del mundo. Y conste que nunca se me acaba el trabajo. Aparte de las clases de lenguaje musical y de técnica vocal, ensayamos una hora diaria y cantamos en público dos veces al día.
L.C.- ¿Cantan...?
R.T.- La Salve.
L.C.- Ya. Si el día es duro para usted, más lo será para los niños.
R.T.- Seguro. Lo cierto es que hacen un gran esfuerzo, porque se toman su paso por la Escolanía como un reto personal. Si a un niño le das a escoger entre asistir a clases de técnica vocal o salir al patio a jugar al fútbol, lo lógico es que opte por el fútbol. En cambio los Blauets acuden a clase sin rechistar. Es una cuestión de responsabilidad. Y los mayores, sobre todo, la asumen con indisimulable orgullo.
L.C.- Entre los Blauets ya hay niñas.

R.T.- Y no vea cómo me alegro. La verdad es que tienen una inclinación artística, una sensibilidad musical y una predisposición al trabajo muy superior a los niños. La mayoría de ellas llegan con quince minutos de adelanto al ensayo. Me facilitan el trabajo. Además, su presencia en la Escolanía es una cuestión de justicia. ¿Cómo las vamos a discriminar...? En tiempos pasados hubo familias con problemas, porque la pequeña no dejaba de preguntarse por qué motivo su hermano podía ser Blauet y ella no, si le gustaba cantar tanto o más que a él. Pero mi alegría también tiene su punto de egoísmo. Porque hay una razón de índole práctica en la incorporación femenina: nos faltan voces. Actualmente disponemos de veintisiete voces blancas y lo ideal sería tener entre cincuenta y sesenta.
L.C.- ¿Qué edades han de tener los Blauets?
R.T.- Entre siete y catorce años. Y procuramos adaptar el repertorio coral a la edad predominante.
L.C.- Las niñas no cambian la voz.
R.T.- Y podrían cantar más tiempo que los niños, porque ellos hacen el cambio en torno a los catorce años. Pero decidimos que el ciclo en la Escolanía se acabara para todos en segundo de ESO.
L.C.- ¿Y si hacen el cambio a mitad de curso?
R.T.- Cantan el tiempo que queda en falsete. Y le garantizo que sus cuerdas vocales no sufren. No les pasa nada. En la ópera existe la figura del contratenor, que es el adulto que canta con voz blanca.
L.C.- La reacción del niño que hace gallos...
R.T.- Es de angustia o de enfado. Pero le ayudamos a ver las cosas en positivo. No obstante, si se avergüenza y decide no cantar más, no canta. En Lluc, más que la coral, nos interesan las personitas que la componen.
L.C.- Habrá niños que entenderán el cambio de voz como una maldición.
R.T.- Más bien como la pérdida de un tesoro. Porque se han cuidado muchísimo: no chillan en los juegos del patio, procuran no constiparse... Por esto, les cuesta admitir lo inevitable. Se me plantan delante y me preguntan dónde se ha ido la voz que tenían.
L.C.- ¿Comer o beber esto o aquello les ayuda a mantenerla?

Cuando se acerca Navidad les sirven como complemento del postre higos secos y miel. Dicen que aclaran la voz. Y si lo dicen, puede que sea cierto. La miel es balsámica”

R.T.- Cuando se acerca Navidad les sirven como complemento del postre higos secos y miel. Dicen que aclaran la voz. Y si lo dicen, puede que sea cierto. La miel es balsámica.
L.C.- ¿No cree en los remedios caseros...?

R.T.- A medias. Pero admito que se basan en el sentido común. También se les aconseja beber mucha agua. Y la verdad es que el agua no va a perjudicarles. De hecho contribuye a evitar la sequedad de las cuerdas vocales, y con unas cuerdas convenientemente hidratadas suele evitarse el dolor de garganta. Mire, los Blauets son como los demás niños con la salvedad de que además de jugar y estudiar, cantan. Y crecen, le insisto, como cualquiera.
L.C.- Pasan a ESO. ¿Y se desvinculan del canto coral?
R.T.- Inicialmente sí, porque su reto más inmediato son los estudios. Pero más adelante, muchos de ellos se acercan nuevamente al mundo musical. Amplían sus conocimientos de solfeo, aprenden a tocar un instrumento... Es inevitable: la estancia en Lluc les deja huella.
L.C.-...
R.T.- La Sibil·la del pasado año fue Maria Rosselló, una niña de catorce años.
L.C.- Ya no está con ustedes.
R.T.- Pero me ha escrito contándome que siempre la acompañará el recuerdo de aquella "Nit de Nadal". Se despidió del monasterio llorando. Y yo estuve a punto de llorar con ella.
L.C.- ¿Se percibe la espiritualidad, en Lluc?
R.T.- Hay un no sé qué especial en la atmósfera. Entiéndame. Entramos en un terreno muy resbaladizo... Pero si yo he de responder a su pregunta... Pues mire, solo puedo decirle que hay algo allí que me conmueve. Y si estamos en Navidad y la coral canta, se me pone la piel de gallina. Esta espiritualidad también actúa como nexo de unión entre los propios Blauets. Son muchos años juntos, muchas ilusiones compartidas en el marco de la montaña.
L.C.- También les une el amor por el canto coral.
R.T.- Y de qué manera. Andreu Riera, el pianista, fue Blauet.
L.C.- Sí...
R.T.- Y se ofreció para acompañarnos en la grabación de 20 cançons tradicionals. Yo creo que fue feliz. Durante los ensayos parecía un niño más.
L.C.- No puedo dejarle marchar sin preguntarle algo referente a su biografía.
R.T.- ¿Qué puedo decirle...?
L.C.- Por qué diantres estudió filología catalana.
R.T.- Porque soy un lector voraz. Y porque la lengua es la base de nuestra esencia cultural. Además es inseparable del mundo de las corales. Le recuerdo los trabajos de musicología de Samper; o los del Pare Ginard, sobre folklore... Lo he pensado muchas veces. Y no: no equivoqué mis estudios.

Ricard Terradas comenta que los Blauets son veintisiete, pero que lo ideal sería que fuesen el doble. En el siglo XIV eran seis. Cantaban a diario a la Virgen, tal como era costumbre hacerlo en Montserrat. Naturalmente, las miras artísticas de la Escolanía están a años luz de las que se ambicionaban en sus primeros tiempos. En cualquier caso, Lluc es, desde el siglo XIII, el centro espiritual de Mallorca, exceptuando algún período oscuro como el que engloba los meses de febrero y marzo de 1937, cuando el monasterio se disfrazó de academia militar para formar, en sus aulas, a los futuros alféreces provisionales de Franco. Pero volvamos a los Blauets, una coral que se ha ido prestigiando a partir de los esfuerzos del pare Jaume Palou, que la dirigió en los períodos 1959-1961 y 1967-1992. La Escolanía ha cantado en la Catedral de Wetsminster (1971), para la UNICEF en Ronda (1979) y en el Festival de Teatro de Nancy (1979). Después del pare Palou, la Escolanía fue dirigida por Baltasar Bibiloni, hasta que éste cedió la batuta (2001) a un jovencísimo Ricard Terradas. Al preguntarle, a Terradas, sobre la finalidad de 20 cançons tradicionals me responde que las canciones populares son objeto de infinitas versiones y que con el CD tan solo se oficializa una. Pero inmediatamente razona en positivo: "Con el disco dejaremos testimonio de cómo se cantaban en un momento determinado de la historia". Y una certeza: dispondremos de un lujo discográfico.