El fundador del grupo Virgin, Richard Branson, compró por 10 millones de libras (más de 11 millones de euros al cambio actual) la isla de los Mosquitos, que desea convertir en un refugio ecológico exclusivo para supermillonarios.
Pero, según informó ayer el dominical The Sunday Telegraph, el empresario británico se ha encontrado con el problema de que las autoridades de las Islas Vírgenes Británicas, a las que pertenece aquélla, rechazan la exclusividad que pretende Branson y exigen que pueda acceder a ella también la gente llana.
Las autoridades de las islas se lamentan ahora de haber dado a Branson permiso para construir un hotel de superlujo en la isla de Necker, próxima a la de los Mosquitos, que aquél compró a finales de los setenta por un precio de ganga a un aristócrata británico.
Corona británica
Branson ha transformado la isla de Necker en uno de los destinos turísticos más lujosos del Caribe: allí pasó algunas vacaciones la fallecida princesa de Gales y las princesas Beatriz y Eugenia, nietas de la reina Isabel II, han sido agasajadas también allí varias veces por el empresario, cuya fortuna se calcula en más de 1.400 millones de euros.
Según la legislación de las Islas Vírgenes, todas las playas hasta la línea que deja la marea alta son propiedad de la Corona británica y el público debe tener acceso a las mismas, pero se reciben numerosas quejas de que a los simples mortales les resulta cada vez más difícil disfrutar de esas playas debido a los guardaespaldas que acompañan a los invitados.
Richard Branson presentó hace un año su proyecto para la isla de los Mosquitos, un tercio mayor que la de Necker, y en la que quiere edificar veinte lujosos alojamientos inspirados en las construcciones de Bali y que serían totalmente ecológicos.
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