Antoni Gomila y Jesús Martínez recuerdan su manera de trabajar el día de las ‘matances’. | Francesca Marí

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La llegada del frío marca el inicio de la temporada de matances , una actividad descrita ya por el Arxiduc Lluís Salvador y que hasta no hace demasiados años suponía la provisión de carne y embutidos de una familia para todo el año. Una de las figuras imprescindibles en cualquier matanza del cerdo, además de la madona, es la figura del matador, el encargado de dar muerte al animal y despiezarlo según la tradición que marque cada familia. Porque cada familia lo hace a su manera, según les enseñaron sus antepasados. Jesús Martínez (Sant Llorenç, 1967) y Antoni Gomila (Sant Llorenç, 1978) viven esta actividad con pasión y con la seriedad que implica esta tarea.

Como la mayoría de familias de la Part Forana, desde niños acudían a matances con la ilusión de que ese día era una celebración importante. Los padres de ambos eran los encargados de dar muerte al cerdo y esta técnica la traspasaron a sus hijos. Martínez recuerda como con 15 o 16 años su padre un día le dio el cuchillo y le preguntó: «Avui ho provaràs? » Ese ‘probar ' implicaba la introducción de un joven Jesús en el arte de convertirse en matancer. A los 22 años Martínez ya despiezaba un cerdo entero. Una situación similar a la que vivió Antoni Gomila que mató su primer animal con apenas 18 años. Sus respectivos padres les pasaron el testigo de una tradición heredada de padres a hijos y que, en la mayoría de casos, todavía hoy se mantiene intacta.

«La manera de hacer las matanzas no ha cambiado mucho, lo que sí ha cambiado son las herramientas que se utilizan», explica Gomila. Entre estas herramientas que se utilizan el día de la matanza hay una muy especial: el acorador, el cuchillo específico para dar muerte al animal. Cada matancer tiene el suyo y rara vez se intercambian.

«Es nuestro tesoro, como si fuera la espada del rey», bromean. Gomila pone un claro ejemplo de la importancia de esta herramienta: «Este año en mi cesta apareció el acorador de mi padre. Jamás, y tengo 42 años, mi padre había dejado su cuchillo en mi casa». Y es que el acorador solo se utiliza para dar muerte al cerdo, una vez finalizado «se lava, se envuelve y se guarda».

Son herramientas que se mantienen inalterables con el paso del tiempo, como también la forma de despiezar el cerdo que ambos matancers han aprendido «de manera autodidacta» siguiendo las instrucciones de sus padres. Cada matancer tiene su forma de hacerlo, según cada familia.

Pese a ello, reconocen que no es el matancer quien dirige todo el ritual. «Es la madona quien dirige. Ella decide si falta sal o pimienta para sazonar la sobrasada o qué carne hay que dejar para cada cosa», recuerdan ambos. «Antes de empezar a despiezar el cerdo siempre hago la misma pregunta: Madona, com ho voleu? », recalca Martínez. Símbolo de una sociedad matriarcal.