Antònia Gomila Puigserver, en su casa de Lloret, sostiene un secadero tradicional de higos. | Redacción Part Forana

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Antònia Gomila Puigserver (Antònia des Pou) nació en Lloret en 1932 cuando el higo era la base de la economía local, antes de que la llegada de la maquinaria agrícola a motor provocara la progresiva desaparición de los árboles. Con solo 11 años y en plena postguerra, Antònia Gomila comenzó a trabajar como figueralera en la possessió de Son Joan Arnau. Su hermana era la figueralera major. «Nos daban de comer y cobrábamos 5 pesetas. Íbamos caminando desde el pueblo seis o siete niñas con mi hermana hasta allí», explica.

Antònia Gomila Puigserver fue la pregonera en la Festa des Sequer de 2019, superando su timidez inicial, con la idea de dar a conocer a las nuevas generaciones lo que el higo representó para Lloret.

«Antes todos tenían frutales, sobre todo higos, cada uno cultivaba la tierra y todo se hacía manual. El motor eran las bestias. En los años setenta comenzaron a venir los tractores y tuvimos que quitar los árboles para que pudieran pasar para arar, cambió totalmente el paisaje», recuerda.

Antònia Gomila rememora los años de economía doméstica en los que cada uno cultivaba su tierra, alimentaba a sus animales y vendía el excedente de producción, sobre todo en el vecino municipio de Sineu. «Los higos se utilizaban para engordar a las gallinas y a los cerdos, para el porc matancer , cuya carne era muy buena, dice».

Lamenta que la llegada de la maquinaria, cambió la economía local pero también el paisaje. «Con las aradas manuales dejábamos un trozo entre las hileras de frutales y en enero y febrero era una monada ver todos los almendros florecer. Muchos árboles desaparecieron y la fil·loxera está acabando con los pocos que quedaban», explica.

Antònia Gomila Puigserver cuenta que «ahora si hay cuatro que sigan recogiendo los higos son muchos, la mayoría se pierden porque se pagan muy mal». Ella sí que recoge los de sus higueras y los que no consume se los regala a un vecino que los utiliza para dar de comer a sus cerdos y tras las matanzas le regala una sobrasada. Un modelo de economía de intercambio que sirve para conservar la tradición.

Hace un año en Lloret han creado una asociación con la idea de recuperar las variedades perdidas de higueras y devolver al pueblo parte de su paisaje. «Los que venden que vienen de fuera son blancos por dentro y no tan gustosos aquí teníamos muchísimas variedades, incluso el brocalet, propio de Llorito», dice.

Gomila aún conserva «un parell» de pequeños terrenos agrícolas. «Aquí, salvo las possessions no había grandes fincas cada cual tenía tres o cuatro bocins. Cuando yo iba de niña a Son Joan Arnau los señores vivían en Palma», recuerda. Ella se casó con Joan Jaume Bauzá y continuaron dedicándose juntos a la payesía. «Hacíamos una economía de subsistencia, para nuestro propio consumo y solo vendíamos lo que sobraba», dice.