Desde pequeña había querido dedicarse a la investigación y estudiar bioquímica, gracias a unas prácticas en el celler familiar se enamoró de la viña y cambió su trayectoria, que la llevó a trabajar en grandes bodegas en América y Argentina.
A las puertas de la vendimia, Servera explica que el secreto de un buen vino se encuentra en «la calidad de la uva y que sea de variedades locales, ya que son las que mejor se adaptan al clima y cuentan con un gran abanico de aromas». La enóloga destaca que «lo más importante a la hora de elegir un vino es no dejarse influir por las tendencias del mercado y confiar en el instinto». Todo depende también de la vendimia de cada año, «esta campaña pensamos que será buena, porque los últimos cuatros años han sido difíciles a causa de las granizadas, el mildiu, la sequía y no poder trabajar durante los meses de pandemia».
Han pasado ya 312 años desde que Pere Ribas de Cabrera construyó el celler cerca de las viñas, que fue el principio de una actividad que está al pie del cañon desde hace diez generaciones.
«Ser propietaria es una gran responsabilidad pero lo hago con mucha pasión. Lo más complicado de gestionar una bodega es conseguir la armonía del equipo, ya que las personas son las que dan valor al trabajo», añade.
Su trabajo traspasa fronteras, un 35 % de los vinos se exportan a países europeos como Alemania, Suiza, Suecia, Holanda y Bélgica. Y de forma puntual viaja a Japón o a Estados Unidos.
Aunque «la burocracia es lo que menos me gusta de mi trabajo el entorno lo compensa. Ahora que soy madre estoy aprendiendo a delegar, ya que estos últimos años me he dado cuenta que el trabajo y la pasión se han mezclado. Aquello que hace que el vino de Ca'n Ribas sea único y distinto es fruto del trabajo de los viticultores que durante muchos años han transformado el terreno de manera que se asegure la pervivencia».
El futuro de la bodega «va encaminado, como la mayoría de sectores, a la sostenibilidad». El objetivo es minimizar las intervenciones del tractor y el uso de pesticidas aun siendo ecológicos, todo ello sin afectar la calidad de los productos, explica la directora.
«La mejor manera de conseguirlo es mediante la agricultura de medición o precisión que permite conocer la viña y saber cuáles son sus necesidades para garantizar su efectividad, sin tener pérdidas económicas», concluye Araceli Servera.
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