Con la fuerza del agua en los diluvios, la tierra se desplaza y se pierde el principal capital de la comunidad. | Redacción Part Forana

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Cada vez llueve menos y, según que temporadas, como ahora, y en determinados lugares, llueve mal, es decir, el agua no se aprovecha bien para la agricultura y, además, daña la tierra. Son los típicos diluvios de finales de verano y de otoño. Algunos casos, en la Isla, los tuvimos a mediados de agosto y también la semana pasada.

Llueve mucho en poco tiempo y la tierra no puede absorber todo el agua. Es cuando se forman las arroyadas (xaragalls) que van arrastrando la tierra hacia los torrentes y posteriormente al mar, con el característico color chocolate, que no es más que la tierra que va perdiendo fora vila.

Este agua, muchas veces con fuerza, va arrastrando la capa más fértil que encuentra, que es la que tiene más materia orgánica y está cargada de microorganismos. En esta época muchos campos se encuentran despojados de cultivos, por ello, los expertos explican la importancia de que la tierra esté protegida con cubiertas vegetales o restos de cultivos; así la lluvia lo tiene más difícil para arrastrar la tierra.

Este hecho se está convirtiendo en un grave problema. En unos minutos, kilos de tierra pueden desaparecer del campo y su restitución puede tardar generaciones. Con la fuerza del agua, la tierra se desplaza. Pasa de las capas altas a las capas bajas de un terreno, quedando depositada allí o bien, por el torrente se va al mar.

Aunque lo vemos como un hecho habitual, «es una desgracia porque estamos perdiendo el principal capital que tiene una comunidad, que es la tierra, que es donde se producen los alimentos», explica el técnico de la Associació de productors d’agricultura ecològica de Mallorca, APAEMA, Miquel Serra.

Aunque es muy difícil saber exactamente cuánta tierra se va al mar, porque es muy relativo, depende del terreno, del momento en que diluvia, entre otros factores, se dice que se pierden unos 500 kilos por hectárea y año, aunque algunos expertos consideran que es muy poco. Otro estudio indica que se pierde medio centímetro de tierra anualmente, lo que equivale a 65 toneladas, lo que es una barbaridad y una irrealidad. Unas 5 toneladas se ajustaría más y eso ya significa una pérdida que no se reestablece de manera natural.

Miquel Serra explica que «a nivel europeo [la Unión Europea] se están tomando medidas para intentar frenar o al menos mitigar este efecto». Algunas de éstas son: no permitir labrar siguiendo las pendientes, sino que se tienen que seguir las curvas de nivel; y se hace mucho hincapié en que haya cubiertas vegetales durante todo el año, ya sea con rastrojos, restos vegetales o con cultivos. Lo que es fundamental para evitar que el agua arrastre la tierra es que haya una buena capa vegetal. «Si el agua cae sobre la cubierta, corre limpia. Es un problema invisible. No nos damos cuenta de la cantidad de tierra que cada año se va al mar», incide Miquel Serra. «No somos conscientes que estamos perdiendo grosor en la capa de tierra de nuestras fincas».