Mariángeles Montaner Cerdá | Profesión: Funcionaria pública, graduada social y ejercicio activo de la abogacía | Principales aficiones: Pesca, senderismo, agricultura, lectura | Una pasión: Dedicar tiempo a la familia e hijos. | Eugenia Planas

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Cuando uno habla con Mariángeles Montaner se siente en un remanso de paz. De verbo pausado y ademanes serenos, su conversación es relajada. Cuando dedicamos cerca de tres horas a la conversación íntima y buceamos en su vida, constatamos que es un torbellino de la Naturaleza. Fue hermana mediana de una recua de 9 hijos. A los 17 años estudiaba en la Escuela de Comercio mientras trabajaba tecleando una máquina de escribir.

Luego, comenzó sus estudios de Graduado Social por influencia de Pla Margarit, a quién admiraba. Su tesis Promoción de la mujer en el mundo del trabajo y de la sociedad ya era reflejo de sus inquietudes. En 1973 opositó al Ajuntament de Palma y, más tarde, a técnico de la misma entidad. «Defendía la institución, trabajaba para el ciudadano a las órdenes de un gobierno, del color político que fuera».

Mientras sus hijos estudiaban bachillerato, ella hincaba los codos dispuesta a finalizar la carrera de Derecho. Años después se dedicaba a sus tareas como jefa de gabinete de la alcaldía y secretaria del alcalde de Palma de día y, por las tardes, ejercía como abogada en su despacho particular. A mediodía, cocinaba y procuraba la mejor educación para sus hijos. En hora de sobremesa, compartía elenco en obras de teatro amateur y acudía como tertuliana a emisoras de radio. Los días multiplicaban las horas para ella. Con autocontrol podía hacerlo todo y hacerlo bien. «Disfruto con todo», confiesa.

Armonía y serenidad en un salón de dos ambientes.

Antigüedades

Hablamos de todo bajo la mirada de los personajes de Bearn en un dúo de grabados de Pau Fornés, sentadas en sillas de cerezo tapizadas en verde o en la terracita, ante el campanario cercano y el convento vecino. «Cuando Jerónimo y yo nos casamos, hace 21 años, buscábamos casa en el casco antiguo. Nos gustaba el mismo tipo de vivienda, la misma zona, la misma decoración, los mismos muebles. Nos gustan las antigüedades y la pintura, y la casa acoge centenares de libros. Mis muebles heredados están en la finca de Selva, de la familia. En verano vivimos en Andratx y nos apasiona el mar, la pesca y el senderismo. En invierno, en Selva, dedicamos tiempo a la lectura y a cuidar la finca. Estoy cultivando alcaparras y orégano y podando arbustos». Lo cuenta mientras hojeamos el álbum de boda dejando su tesis encuadernada bajo una obra de Cittadini. Llabrés, Forteza y Nadal lucen en las paredes del salón de dos ambientes. Es en ese momento cuando Jerónimo Saiz, ingeniero de caminos y exconseller d’Obres Públiques, dedicado durante 27 años a la política balear y retirado desde hace tiempo, entra en escena.

Mariángeles Montaner se rodea de antigüedades, arte pictórico y libros.

Nos cuenta la historia del Cristo de Lepanto de don Juan de Austria que, desde su camarote y de manos de su confesor, llegó a su familia paterna. Luce, en vitrina, en el recibidor de la casa. Recorremos las estancias y nos detenemos ante una vitrina repleta de antigüedades, provenientes de los antepasados de ambos. Narra la historia Mariángeles, quien tras 9 años de jubilación, ha aprendido inglés y se cultiva en Filosofía y Humanidades. Tiene tiempo para ‘ayudar a los demás’, como ha hecho siempre desde su juventud, en la Congregación Mariana, en asociaciones diversas y en su actual y exhaustivo trabajo en la Fundación Amazonia. En la casa no hay relojes que marquen las horas. Un espejo de latón le devuelve el rostro satisfecho de trabajadora incansable y eficaz.