El principal riesgo de nadar con lentillas es la exposición a bacterias y parásitos que pueden causar infecciones oculares graves. El agua de piscinas y playas puede contener microorganismos como la acanthamoeba, capaz de adherirse a las lentes de contacto y provocar queratitis, una infección dolorosa y potencialmente dañina para la visión. Además, el cloro y la sal pueden irritar los ojos y deshidratar las lentillas, aumentando la incomodidad y el riesgo de infecciones.
Para aquellos que no pueden evitar usar lentillas mientras nadan, los expertos recomiendan optar por lentes de contacto diarias desechables. Estas lentillas, diseñadas para un solo uso, se eliminan después de cada jornada, reduciendo así el riesgo de acumulación de bacterias. Es crucial también utilizar gafas de natación bien ajustadas para evitar el contacto directo del agua con los ojos.
Otro consejo importante es mantener una excelente higiene ocular. Antes y después de nadar, lávate bien las manos y asegúrate de limpiar y desinfectar adecuadamente las lentillas si no son desechables. En caso de notar cualquier molestia, como irritación, enrojecimiento o visión borrosa, quítate las lentillas de inmediato y enjuaga los ojos con suero fisiológico. Si los síntomas persisten, acude a un oftalmólogo.
Usar lágrimas artificiales puede ayudar a mantener los ojos hidratados y reducir la irritación causada por el cloro o la sal. Estas gotas son especialmente útiles para las personas que usan lentillas en ambientes acuáticos, ya que proporcionan lubricación adicional.
Para aquellos que nadan regularmente, una opción segura y práctica es el uso de gafas de natación graduadas. Estas gafas corrigen la visión bajo el agua y ofrecen una barrera eficaz contra la entrada de agua, permitiendo disfrutar de las actividades acuáticas sin comprometer la salud ocular.
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