Ducharse con agua fría, aunque inicialmente refrescante, puede tener el efecto opuesto al que buscamos. El agua fría provoca una contracción en los vasos sanguíneos, lo que lleva al cuerpo a conservar el calor en lugar de liberarlo. Este mecanismo, conocido como vasoconstricción, mantiene la temperatura corporal elevada durante más tiempo, lo que puede dificultar la conciliación del sueño. Además, el frío actúa como un estímulo que activa el sistema nervioso, aumentando el estado de alerta y retrasando la sensación de somnolencia.
Los expertos recomiendan optar por una ducha tibia antes de dormir, ya que esta ayuda a relajar los músculos y promueve la vasodilatación, un proceso que facilita la pérdida de calor corporal. Este descenso en la temperatura es esencial para que el cuerpo entre en el estado de descanso necesario para un sueño profundo y reparador.
Por tanto, aunque pueda parecer tentador optar por el agua fría en las noches calurosas, hacerlo puede interferir con los mecanismos naturales del cuerpo para regular la temperatura y afectar la calidad del sueño. Considera cambiar tu rutina nocturna y disfrutar de una ducha tibia para garantizar un descanso más placentero y efectivo durante las noches de verano.
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