El helado es uno de los alimentos más socorridos del verano. | Steve Buissinne

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Comer helado, aunque es una de las formas más refrescantes de combatir el calor, a menudo viene acompañado de una sensación inesperada: la sed. Aunque podría parecer contradictorio, ya que el helado es un alimento que contiene agua, la explicación de este fenómeno radica en su alto contenido de azúcar.

El azúcar en el helado es el principal culpable de esta sed repentina. Cuando consumes alimentos con mucho azúcar, como el helado, se produce un efecto osmótico en tu cuerpo. Este proceso ocurre cuando las moléculas de azúcar en el intestino atraen agua desde las células circundantes hacia el tracto digestivo. Como resultado, el agua se extrae de otras partes del cuerpo y se redirige hacia el sistema digestivo para ayudar a diluir el azúcar. Esto provoca una disminución en la cantidad de agua disponible en el cuerpo, lo que el cerebro interpreta como deshidratación leve, y como respuesta, desencadena la sensación de sed.

Además, el frío del helado puede adormecer temporalmente las papilas gustativas, haciendo que la percepción de la sed se retrase hasta que los efectos del frío disminuyen. Cuando esto sucede, la sensación de sequedad en la boca y la garganta se hace más evidente, y es entonces cuando el cuerpo te pide que bebas agua.

Este fenómeno es similar al que ocurre cuando se consumen otros alimentos o bebidas con alto contenido de azúcar, como refrescos o dulces. La clave está en el equilibrio osmótico que el cuerpo intenta mantener para funcionar correctamente. Por eso, después de disfrutar de un helado, es común que busques un vaso de agua para saciar la sed y restablecer el equilibrio en tu organismo.