Científicos apuntan que podría tratarse de un mecanismo ancestral. | Freepik

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La pareidolia ocurre cuando la mente percibe patrones reconocibles, como rostros, en objetos inanimados. Esta característica, presente en todos los seres humanos, tiene sus raíces en la evolución: el cerebro busca identificar rápidamente elementos en el entorno, especialmente rostros. Esto explica por qué muchas personas ven la imagen de Jesucristo en superficies tan comunes como una tostada.

Este fenómeno no se limita a lo visual; también se manifiesta de manera auditiva, como cuando escuchamos voces en ruidos estáticos. Incluso algunos animales, como los monos rhesus, experimentan pareidolia, lo que sugiere que se trata de un mecanismo ancestral.

Estudios científicos han encontrado patrones interesantes: tendemos a identificar más rostros masculinos que femeninos debido a asociaciones semánticas. Este rasgo no es un error, sino una adaptación que nos permite reaccionar de forma rápida ante posibles amenazas o encontrar conexiones en nuestro entorno.

En definitiva, la pareidolia es un fenómeno fascinante que revela mucho sobre cómo nuestra mente interpreta el mundo y nos conecta con experiencias humanas universales.