El gen de la amilasa: la clave en la atracción a los carbohidratos
Un estudio reciente de la Universidad de Búfalo y el Laboratorio Jackson en EE. UU. ha demostrado que una mutación genética relacionada con la enzima amilasa, la encargada de digerir el almidón en la saliva, es fundamental en nuestra atracción por las patatas fritas y otros carbohidratos. Esta enzima, producida en grandes cantidades gracias a una duplicación del gen AMY1, permite que los humanos digieran el almidón con mayor eficiencia.
Este cambio genético, que se originó hace miles de años cuando los humanos vivían en cuevas y necesitaban fuentes de energía rápidas y abundantes, hizo que los alimentos ricos en almidón fueran una ventaja evolutiva. Al tener una digestión más rápida, las personas podían obtener energía con mayor facilidad, lo cual era vital para la supervivencia en tiempos de escasez.
¿Por qué nos enganchan las patatas fritas?
Además del factor genético, las patatas fritas tienen una combinación perfecta de carbohidratos, grasas y sal, ingredientes que activan los sistemas de recompensa en el cerebro. Este "combo" dispara la liberación de dopamina, una sustancia química asociada con la satisfacción y el placer. La dopamina actúa como una recompensa natural y hace que queramos repetir esa experiencia, generando un vínculo adictivo con los alimentos altos en calorías y carbohidratos, como las patatas fritas.
Implicaciones para la salud actual
Si bien esta adaptación genética fue ventajosa en tiempos antiguos, hoy en día puede tener consecuencias adversas. En un entorno moderno, donde el acceso a alimentos ultraprocesados es constante, esta predisposición a consumir carbohidratos puede llevar a problemas de salud como el sobrepeso y las enfermedades metabólicas. Consumir patatas fritas y otros alimentos ricos en almidón de forma habitual puede afectar los niveles de azúcar en la sangre y la salud cardiovascular.
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