Siempre se ha tenido la creencia de que el desayuno es la comida más importante del día. | Freepik

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Durante décadas, el desayuno ha sido considerado la comida más esencial del día, con la creencia de que proporciona la energía necesaria para afrontar las actividades diarias. Sin embargo, investigaciones recientes cuestionan esta afirmación, sugiriendo que la importancia del desayuno puede variar según las necesidades individuales y los hábitos alimenticios de cada persona.

Tradicionalmente, se ha sostenido que desayunar rompe el ayuno nocturno, reponiendo los niveles de glucosa y mejorando la concentración, la memoria y el estado de ánimo. La Academia de Nutrición y Dietética respalda esta perspectiva, especialmente en niños y adolescentes, quienes podrían beneficiarse de un desayuno equilibrado para un rendimiento óptimo.

No obstante, la creciente popularidad del ayuno intermitente ha llevado a algunos expertos a cuestionar la necesidad de desayunar. Este enfoque alimenticio, que a menudo implica omitir el desayuno, ha mostrado beneficios potenciales en la pérdida de peso y la mejora de la sensibilidad a la insulina. Algunos estudios sugieren que saltarse el desayuno no es necesariamente perjudicial si las calorías y nutrientes esenciales se compensan en otras comidas del día.

La Asociación Americana del Corazón señala que omitir el desayuno podría aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. Este es un argumento sólido para incluir un desayuno nutritivo como parte de una rutina diaria de salud.

Independientemente de si se decide desayunar o no, la calidad de los alimentos consumidos es crucial. Incorporar alimentos saludables, como frutas, lácteos bajos en grasa, cereales integrales y proteínas magras, puede aportar beneficios significativos. Por ejemplo, añadir aceite de oliva virgen extra (AOVE) al desayuno puede elevar el valor nutricional de la comida, proporcionando grasas saludables y antioxidantes que protegen el corazón.