Panorama gastronómico
Paella espléndida en una pastelería
La paella, que valía un 10, lista para servir. El arroz estaba en su puntísimo, ligeramente húmedo, y repleto de sabores ricos. | Andrés Valente
Hasta bien entrado en el boom turístico de los 60 y 70, comer una ensaimada o una empanada mientras uno iba andando por calle Jaime II estaba considerado bastante cutre, y casi nadie lo hacía. Pero muchas veces, algunas personas entraban en una pastelería, pedían unos pasteles o bollos y los comían de pie ahí mismo, lo más lejos del mostrador posible, para no molestar a los clientes que estaban comprando pasteles para llevar. Pero con la llegada del turismo de masas, los modales isleños (sobre todo entre los jóvenes) empezaron a cambiar y ya se ve a gente comiendo de todo por la calle, incluyendo La Rambla y el Born. La recesión de 2008 fue una paliza para todo el mundo y muchos negocios tuvieron que buscar nuevas fuentes de ingresos. Eso fue cuando las pastelerías con espacio de sobra empezaron a poner espressos italianos, mesas y sillas, y a servir cafés, sándwiches y pasteles durante todo el día. Fue un éxito tan redondo que algunas pastelerías llegaron a funcionar como cafeterías.
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4 comentarios
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Arròs sec.
Pues tiene buena pinta, y encima el precio está superbien. Pocos comentarios. La próxima vez, para que haya muchísimos hay que usar la frase mágica "paella valenciana". Saldrán tropecientos mil indignados, que estaban al lado del primero que la hizo y por tanto saben perfectamente que sólo lleva unos ingredientes que ellos conocen y no se puede poner nada más. Por cierto, la paella valenciana, para mi, no vale nada. Esto último además de ser verdad, es para que suban los comentarios.
"paella"
Valente! Eres un fenómeno. Jamás me has decepcionado. Y cuando hacías críticas incluso en cuarteles o en Son Dureta cuando no había caterings, todavía más. Gracias Andrés! No afluixis!