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Entre los centenares de libros de cocina que tengo, hay para todos los gustos. Con una excepción: no tengo ninguno sobre la cocina vegana. Es cosa de filosofía. No tiene nada que ver con texturas o sabores. Pero el día de Navidad tuve que cambiar de chip, porque fui a comer en casa de una sobrina nieta y entre los muchos miembros de mi familia ahí presentes estaban su hermano y su pareja. Y ambos son veganos. Iba a conocer los primeros dos veganos de mi vida.

Vi desde el primer momento que ambos, Richard y Kaylee, son iguales que los demás. Simplemente es que no quieren aprovecharse de los animales. Aquel día me encontré primero con Kaylee, que empezó hablándome en español, porque había trabajado en Madrid durante seis años. Ahora vive en Birmingham, donde conocí a Richard, y es profesora de niños invidentes de Primaria. A Richard, el primer músico y compositor de la familia, no le había visto desde hace más de 25 años. Cuando fui a la cocina para saludarle, le encontré con un wok grande en la mano y sofriendo daditos de proteína de soja con cebollas y ajos picados para luego añadir una buena cantidad de coles de Bruselas.

Entre los otros platos veganos había lonchas de jamón vegano y salchichas veganas envueltas en lonchas de bacon vegano. Parece que todos los platos veganos tienen nombres de carnes. Los no veganos de la fiesta comieron un entrante de ensalada de gambas de Islandia, pero a Kaylee y Richard les sirvieron una ensalada de garbanzos cocidos aderezados con la misma salsa vegana que emplearon para la gambas. Esa comida navideña resultó ser multifacética porque también sirvieron platos tradicionales como pechuga de pavo y jamón asado con salsa de arándanos.

Pero esa comida trajo una sorpresa. Entre todos los platos veganos y no-veganos, el más exitoso en mi opinión fue uno de los veganos, aunque con nombre de carne, como siempre. Fue un Wellington con relleno de ‘haggis’ (de verduras, no asadura) que hizo mi sobrina. Fue espectacular, el hojaldre delicioso y hecho con masa apta para veganos. Cualquier carnívora comería ese Wellington muy a gusto en cualquier día del año. Y antes de que Kaylee y Richard se vuelvan a Birmingham yo les haré una lasagna, empleando lentejas en lugar de carne picada, y una salsa bechamel hecha con leche de avena. Será un plato lleno de gracia vegana. Y no tendrá nombre de carne.