«Al alba, en la plazuela, el mercado rural, riente y animado, gozoso y multicolor, confusamente y algo de desorden, instalando sus puestos en los lugares de costumbre, con sus quesos, sus frutas, su miel y sus cestas de huevos. Y sobre la tina por donde corre el agua, el pescado de plata clara que un áspero olor revela. Milena, llevando a su hija Lida de mano, se abre paso entre la gente. Al final, Milena escoge algunas frutas y legumbres, todo lo cual añade un pato vivo de bellas plumas. La pequeña Lida aplaude cuando su madre, para contentarla, la deja llevar la compra. Ella siente la carga en sus brazos, pero orgullosa, sin quejarse, sigue adelante, mientras el pato, discordante prisionero, grazna y consigue sacar su pico amarillo por un agujero de la cesta».
Albert Samain, Milena y un pato al vino con finas hierbas
En la obra de este autor francés no falta la simbología del vino como espíritu de la propia tierra
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