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Álvaro Monter llegó hace diez años a Sóller con ánimo de encontrar algún lugar interesante donde iniciar un nuevo capítulo en su vida gastronómica. Nacido en Barcelona, residió bastantes años en México –en San Luis de Potosí– donde habían emigrado sus padres, trabajando en el negocio hostelero y de restauración, y después pasó unos años en Inglaterra, pero –todavía joven– sintió la llamada de la tierra y decidió poner rumbo a España. Y en una callejuela en el centro Sóller, encontró –o más bien, reconoce, le encontró a él– el lugar en el que montó su restaurante, Casalvaro, donde ha ido puliendo una cocina y un estilo en el que las tapas de autor, siempre para compartir, se han convertido en el leitmotiv de una cocina elegante, bien presentada, atractiva y diferente. En esta última etapa, ha eliminado las mesas altas de su restaurante y ha ampliado las mesas bajas, manteniendo la agradable zona de terraza en el exterior, en una bocacalle mínimamente transitada.

La propuesta de su cocina se basa, esencialmente, en sofisticadas tapas, cuidadas y bien elaboradas, con muchos toques de inspiración mediterránea y mallorquina y guiños a la cocina mexicana que conoce bien. Lo ideal es pedir diferentes platos/tapas para disfrutar de su variada propuesta. El día en que lo visitamos, acababa de introducir la carta de la nueva temporada. Una buena opción es dejarse guiar por su propuesta simplificada, una selección de las creaciones que han tenido mayor éxito desde que abrieron el restaurante, y complementar con alguna otra.

Nosotros empezamos con una espuma de chirivía con hojas de nabicol y alcachofa de Jerusalén coronada por un crujiente de calçots (10,5€), y a continuación sus reputadas patatas bravas, a las que imprime su personalidad una salsa de contenido picante y composición no desvelada (8,5€). Muy interesantes los corazones de alcachofa con salsa de castañas y trufa (8,5€), y –dentro de las tapas vegetales–, más particulares resultaron los churros de calçots, una recreación de estos tallos de cebolla, recubiertos con pasta de churros, y acompañados de una sabrosa salsa romesco. (10,5€). Muy delicada la seta de cardo en emulsión de llengua de bou, boletus, coliflor y ajo negro (12,5€).

Deliciosas me parecieron las tapas de pescado. En particular el bacalao atemperado con tierra de aceitunas, tomate, pimiento rojo, alcaparra y avellanas, muy logrado (13,5€). Original el castizo bocata de calamar en tempura, rebozado en un envoltorio de pasta de sobrasada. Estupendo (13,5€). Probablemente la más original de todas las tapas que probamos, una morcilla de calamar (12,5€), envoltorio de colágeno como si fuera morcilla, rellena de trocitos de calamar con un aire de alioli de manzana.

En la nueva carta han introducido un aguachila mexicano de pulpo, rábano, aguacate y cebolla morada, «primo hermano del ceviche», según Álvaro, muy cítrico y algo picante, buen contraste con las tapas anteriores. (13,5€). Los más carnívoros podrán disfrutar con una consistente tapa de confit de pato sobre base de sésamo con espuma de mole mexicano (12,5€), o con un elegante y sabroso corazón de alcachofas con setas y emulsión de foie, envuelto en una ligera capa de gelatina.

Fuera del universo tapas, probablemente para contentar a su clientela, ofrecen también interesantes arroces, de morcilla y gambas, alcachofas con setas, y fideuá de sepia mallorquina (17,5/18,5€).
Manteles de tela, original cubertería, vajilla de cerámica semi artesanal y muy buenas copas. De momento han optado por vinos de denominación de origen sin especificar marcas, aunque por el nivel de la carta merecería que apostaran por caldos más escogidos. Un interesante restaurante con un tipo de cocina diferente y de buen nivel.