Nos levantamos al amanecer y es nuestro desayuno una tajada de pan negro, un poco de manteca y alguna fruta. La comida se compone de acelgas u otra verdura cocida, una escudilla de sopa y algo de carne. Unas veces nabos, otras, repollo o arroz. Los días de vigilia: un tazón de leche con trozos de pan, pescado fresco, si lo hay barato en el mercado. De lo contrario, en salazón y como base garbanzos, almortas, lentejas, habas u otras legumbres. También, huevos fritos, pasados por agua o en tortilla hecha en la sartén con unas gotas de vinagre o agraz. Y como bebida agua fresca, cerveza rebajada, y raras veces, vino aguado. De merienda, un trozo de pan, almendras, avellanas, higos secos o pasas. En verano, peras, manzanas, cerezas o ciruelas. Cuando vamos al campo de excursión, leche cuajada, queso fresco, chufas, altramuces aliñados… El plato fuerte de la cena es el gazpacho bien picado, salpicado de sal, regado con aceite de oliva y vinagre… A veces, olla de carne de cordero con su jugo a la que añadimos uvas pasas o rábanos picantes. Solamente en ocasiones, longaniza».
Joan Lluís Vives, el estudiante pisón y acelgas con pasas
Valenciano y descendiente de judíos, Vives tuvo que trasladarse de España a los Países Bajos con su familia
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