En menos de cuarenta años, el prolífico autor francés escribió setenta novelas de aventuras juveniles con innegable calidad
«Mamá Barberín me había preparado una sorpresa y aunque ella no era partidaria de pedir nada prestado, lo hizo en aquella ocasión. Solicitó una taza de leche a una de nuestras vecinas, una porción de mantequilla a otra y cuando yo regresé al mediodía, la encontré vertiendo harina en una sartén. Me explicó que como había demostrado ser un buen chico y dado que el calendario indicaba que nos encontrábamos en el Martes de Carnaval, el día de las hojuelas y los buñuelos, se las compuso para tener lo necesario. Ahí estaban la leche, la mantequilla, los huevos y tres manzanas. Mientras yo pelaba las manzanas y las cortaba en rodajas, ella rompió los huevos sobre la harina, lo batió todo junto y lo fue regando lentamente con la leche. Cuando la pasta estuvo bien ligada, Mamá Barberín puso la terrina sobre las cenizas calientes y ya sólo quedaba esperar a la tarde noche, a la hora de la cena, para degustar las hojuelas y los buñuelos…».
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