Plato de guiso de cordero.

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Estaban el Cid Rodrigo y dos de sus soldados en campo abierto. También había un pastor en hábito de lacayo y una voz de un gafo, que dice de dentro, sacando las manos, y lo demás del cuerpo, muy llagado, ¿no hay cristiano que acuda a mi gran necesidad? Atan los caballos y Rodrigo se pregunta de dónde vienen tales voces. Habiendo vuelto el silencio, dice Rodrigo: Tendamos la vista por esta hermosa campiña y aquí esperaremos a los demás de la tropa. Me parece un lugar muy propio para acampar y descansar. Dice el pastor que es también un sitio idóneo para comer, de modo que uno de los soldados pregunta al otro: «¿Traes algo en el arzón?» Así es. Traigo una pierna de cordero, ¿Y tú? Le dice al otro, que responde al instante: «Una bota de vino». Eso hace que el pastor exclame entusiasmado que bien quiere catarlo. Y añade el primer soldado: «También traigo, casi entero, un jamón». Y dice entonces Rodrigo: «Apenas ha salido el sol y ya queréis comer?».

Este fragmento adaptado a la obra dramática Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro (Valencia, 1569-Madrid, 1631)  siguió el camino de los romances y los cantares de gesta sobre Ruy Díaz de Vivar, pero en esta ocasión Guillén de Castro, seguidor de Lope, que se inspiró en el romancero para sus comedias históricas como la que comentamos, cambia el argumentario. En su otra obra se había inspirado utilizando temas cervantinos, de capa y espada o mitología. Aquí despoja al Cid de su guantelete, su espada y su coraza y saca al sol sus emociones y sentimientos.

Y permitámonos ahora pasar a lo gastronómico: Dispondremos de unos ochocientos gramos de carne de cordero, pierna o cuello, que previamente troceada, ponemos en la cazuela con una cebolla cortada en rodajas y sesenta gramos de manteca de cerdo. Una vez todo bien dorado, lo espolvoreamos con una cucharada sopera de harina y lo regamos con un litro de agua fría. Lo salpimentamos y lo aromatizamos con tomillo, laurel y perejil.

Tapamos el recipiente y dejamos que siga la cocción media hora a fuego lento. Después pelamos y troceamos un kilo de nabos y un par de zanahorias para añadirlos al guiso, reanudando la cocción hasta que todo esté tierno.