El pastel de carne ha sido reinterpretado de diversas formas. | R.D.

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El almuerzo, según hemos indicado ya era de lo mejor y más espléndido. Lucía en él deliciosísimo pastel de Perigord, que un gastrónomo viviera y muriera acariciando, como los comedores del loto de Homero, dejando al olvido patria, familia y amigos... Veíase además un apetitoso guisado con aquel agrillo que tanto agrada a los gascones y no desagrada a los escoceses, acompañándole un excelente jamón que perteneciera antes a un nobilísimo jabalí de Montrichard. Era de admirar el pan por lo blanco y regalado, presentándose en forma de bolas, cuya circunstancia hizo que se llamase boulangers a los que lo fabricaban... Estimulóle de nuevo mandando traer fruta en almíbar, pastelillos y otras golosinas…

Este texto corresponde a la novela ‘Quintin Durward’ de Walter Scott (Edimburgo, 1771-Castillo de Abbotsford, 1832), romántico, maestro de la narrativa histórica desde una vertiente aventurera, nos cuenta que Quintin Durward, el héroe, forma de la guardia escocesa en la corte del rey de Francia Luis XI, Isabel, condesa de Troye, se ha refugiado en el palacio real, por haberse atraído la enemistad del duque de Borgoña Carlos el Temerario. Tiene entonces lugar la insurreción de Lieja y el asesinato del obispo local por alguien llamado ‘El Jabalí’. Durward escapa y la condesa cae en poder del duque de Borgoña. Durward, por la mano de su tío consigue matar al ‘Jabalí’ y la condesa de Troye será su mujer.

Veamos ahora la receta: Disponemos de unos cuatrocientos gramos de carne picada de ternera y la misma cantidad de cerdo magro, que ponemos en un lebrillo y le añadimos dos rebanadas de pan, un vasito de leche y dos cucharadas de coñac. Batimos dos huevos y los agregamos a la mezcla. Luego, una cucharada de pan rallado y el contenido de un bote de trufas que también picamos finamente. Amasamos con las manos el producto y procuramos que esta masa esté lo más homogénea posible. Ponemos, luego, una tela sobre la mesa y ponemos sobre ella la masa de carne, para envolverla con la tela y atarla con un hilo. Cocemos la masa durante una hora en agua, sal y un poco de pimienta. La sacamos y hemos de conseguir prensarla de manera que al quitar la tela ha de estar sólida y se pueda cortar en rebanadas.