Ambos cuentan con una larga trayectoria de consumo isleño, en la que se lleva la palma el primero, presente en las mesas locales desde el siglo XIV. La mistela, en cambio, más que un vino era en realidad un licor, ya que la adición de un aguardiente o un alcohol de elevada graduación le hacía alcanzar rangos etílicos propios de tales bebidas. Una receta para preparar este vino licoroso según nuestra tradición isleña, podemos verla en el texto solleric impreso en 1931, titulado Cuina popular de Mallorca.
Figura como «Mistela blanca de fressa o altre fruita» y sus instrucciones alcanzan para elaborar unos cuatro o cinco litros de dicha fórmula. Para cuatro litros de agua se requieren 400 gr. de azúcar; 33 gr. de canela y 66 de clavos de especie. Se mezcla todo y se arrastran posibles impurezas con clara de huevo, cociendo la mezcla hasta reducir una cuarta parte. Tras enfriar, añadimos un litro de aguardiente de alta graduación y el zumo de 400 gr de fresas o la fruta que deseemos. Dejaremos reposar para que decante y lo colaremos con papel de filtro o un colador de tela. Se recomienda reposar antes de consumirlo.
Desconocemos si las instrucciones para esta mistela eran las que se observaban en sus preparaciones iniciales. Es posible que éstas se iniciasen a partir de la segunda mitad del siglo XVII, cuando la producción isleña de vino ya proporcionaba excedentes en cantidad suficiente para permitir una destilación de alcohol periódica y sistemática. Una de sus menciones más tempranas se documenta en octubre de 1706, con motivo del obsequio que Ciutat hizo al almirante inglés sir John Leake por no haberla bombardeado para forzar su rendición.
El presente incluye una selección de los dulces más afamados que podían hallarse en la capital, acompañados de una gruesa de frascos de los seis vinos locales considerados más idóneos para acompañarlos. A la mistela hecha por el apotecari Guillem Fluxà, se añaden el vi brocàs, indudable corrupción del hipocrás, vino especiado característico de los tiempos medievales. Banyalbufar contribuye con su afamada y reconocida malvasía y un, de momento, incógnito vi prim de Banyalbufar, acaso un moscatel de las afamadas viñas de esa localidad, claramente diferenciado de la malvasía de la misma demarcación. Pollença aportó su vi de montona y un vinblanch comu. Cualquiera de la media docena, seguro que haría buen papel junto a unos buñuelos recién sacados de la sartén.
1 comentario
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Que tiempos aquellos de ir a cantar serenatas, eso si como tocaba, con guitarras y panderetas, primero con el "niña bonita sal al balcón" después te invitaban a subir a su casa, donde los padres y madres tenían buñols y mistela, comías un poco, bebías una copita de mistela y le cantabas la serenata, una canción elegida, antes de marchar ya de pie, otra mistela y bajabas para cantar la despedida ¡Y a otra casa! normalmente las novias de los que cantaban, pero también las amigas. En las últimas serenatas ya podías cantar cualquier cosa, porque ibamos piripis. Bonita tradición ya extinta.